Si esta edición de Sitges tenía una película que despertase especial expectación en el público del festival, esta era sin duda la nueva secuela de una de las mejores películas de terror de la historia. Coincidiendo también con el concierto que John Carpenter ofreció el sábado donde interpretó sus legendarias bandas sonoras, la nueva película de Halloween había encendido a un público que agotó entradas en todas los pases que se realizaron. El regreso de Michael Myers 40 años después y de Laurie Strode interpretada de nuevo por Jamie Lee Curtis prometía y mucho. Sobre todo porque este film no se había vendido bajo el título de Halloween VII o El regreso de Halloween o algún otro parecido. Se trataba de La noche de Halloween, mantenía el título original, algo muy acertado porque la obra parece más un remake sobre el mito que una continuación.
Michael Myers consigue escaparse de las autoridades cuando lo trasladaban a una nueva institución/prisión la víspera de la noche de Halloween. Laurie lleva 40 años traumatizada por los crímenes que Myers realizó en su vecindario, pero a la vez parece haber estado esperando su regreso. Una generación de tres mujeres, formada por Laurie, su hija y su nieta, que se han visto salpicadas todos estos años por los traumas sucedidos hace cuatro décadas, protagonizan una venganza personal que se saldará muchas vidas para poder terminar de una vez por todas con el psicópata más terrorífico de la historia del cine.
La noche de Halloween consigue el equilibrio perfecto entre nostalgia y reinventar el mito. La estructura de la película es bastante clásica y el espectador no se va a llevar ninguna sorpresa con ella. Pero la resolución de muchos asesinatos o tramas es en muchos casos muy imaginativa. Además la película consigue incluir la comedia y el humor con la precisión suficiente para hacernos reír y destensarnos en momentos concretos sin que nos tomemos en broma lo que está sucediendo. La noche de Halloween no tiene una puesta en escena única probablemente por el respeto que le tiene a la película original. David Gordon Green, el director de la cinta, ha sabido bien trabajar la reconstrucción de la leyenda sin tomar demasiados riesgos. Entretenimiento puro y duro mezclado con nostalgia, algo que el público de Sitges agradece y mucho.
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