Cuando uno se ha de enfrentar a una película creada única y exclusivamente para un selecto porcentaje de la población, no sabe que parámetros tiene que valorar y desde qué punto de vista. El club de los incomprendidos es de entrada una película basada en un libro, ¡Buenos días, Princesa!, escrito por Blue Jeans, autor sevillano maestro de la literatura juvenil. La obra nos narra la historia de 6 adolescentes que no encuentran un lugar en el mundo y que, tras conocerse en una especie de clase terapéutica en grupo después del instituto, acaban convirtiéndose en un club unido donde las historias de amor y desamor entre sus diferentes integrantes constituirán la medula espinal que guie la película. El club de los incomprendidos es básicamente un pastiche de clichés (malos) del mundo de la narrativa adolescente: los líos entre alumno profesor, los frikis incomprendidos, la extranjera que no se adapta, el amor verdadero infiel, el “novio” demasiado malote, la chica con problemas psicológicos e impulsos suicidas, las escapadas románticas utópicas, la chica que ha de separarse del grupo… Realmente no existe nada original dentro del film, nada que no hayamos visto antes en miles de películas de adolescentes, solo se intuye una extraña necesidad de abarcar mucho y explicar poco.
Pero está claro que El club de los incomprendidos supera con creces su objetivo principal: ser el producto de marketing perfecto para estas navidades. Estoy seguro que miles de adolescentes se acercarán estas fiestas a ver esta película y que El club de los incomprendidos será una moda pasajera que recaude mucho dinero y que a lo mejor crezca en forma de saga cinematográfica. Pero ojalá no lo consiga. Y no estoy nada en contra de las películas convertidas en productos de marketing, al contrario, las adoro, siempre y cuando estén bien guionizadas, bien realizadas y que aporten algo mínimamente innovador. Me parece surrealista que hayan hecho falta cuatro guionistas para una obra y que nadie se haya dado cuenta de lo mala que era. En el fondo, todos los padres o personas que por el azar o el destino acaben viendo la película, acabaran riéndose de la inestable estructura que sustenta la película y de la mala gestión de los momentos dramáticos que acaban convirtiéndose en desternillantes. Entre los momentos más divertidos está la increíble aparición de Lluís Homar como chofer de la pareja protagonista.
Desde el punto de vista de una adolescente de 12 años es evidente que El club de los incomprendidos funciona y es atractiva. Pero creo y confío en que se pueden hacer películas para adolescentes con un poco más de criterio, que cuenten con un guion decente y una buena dirección, pero sobre todo que transmitan como mínimo unos valores y un mensaje que supere la banalidad y lo superfluo.
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Da la impresión, por lo que he visto en el trailer, de ser una mala mezcla del ‘Club de los cinco’ y ‘Las ventajas de ser un marginado’, entre otras.