B, también conocida como la película de Bárcenas, es la adaptación de la obra de teatro que se basa en el juicio multitudinario del tesorero de un gran partido, que levantó tanta polémica y tan presente está en el imaginario popular, pese a haber ocurrido hace ya casi tres años.
Dirigida por David Ilunda, con guión del propio director y de Jordi Casanovas, es mucho más que una película protesta. Es la llegada del cine low cost –apoyado en otras vías de financiación, como plataformas de crowdfunding– a los más altos estamentos de la industria cinematográfica española. Que esto no sirva como manifiesto del cine autosubvencionado con el bolsillo de unos cuantos a cambio de camisetas o ediciones especiales en DVD, sino como un camino hacia la profesionalización de aquellos más esperanzados a dedicarse a eso del cine.
Pero hablemos de B, cuya grandes bazas reposan en dos pilares, el primero, su imparcialidad a la hora de contar unos hechos truculentos, con los que todo ciudadano de a pié pudiera cebarse por su indignación, dándonos la oportunidad de debatir sobre la subjetividad, la verdad y otros caminos con los que vislumbrar ‘el zen’. Por otro lado, la multitud de nombres reales, le exige al espectador a estar comprometido con la causa, no solo de disfrutar de tal película, sino de estar informado de todo lo que sucede más allá de una pantalla de cine.
Es curioso como lo que pudiera parecer un simple homenaje a ‘Estudio 1 – aquel programa de la televisión pública que adaptaba obras de teatro a 25 frames por segundo– se transforma en una película de cine negro, o en un alegato al cine de acción, pero del de estar sentados mientras se habla, siendo las grandes explosiones las actuaciones de Pedro Casablanc como Bárcenas y Manolo Solo como el Juez Ruz.
En definitiva, B es la cinta respuesta, y necesaria, a una época oscura de un país; que de haber sido Argentina o la Corea liberal, enmarcaríamos como un clásico del cine moderno.