EL CHICO DE ORO: Durante los 80 Eddie Murphy era un semidios. A día de hoy no sabemos dónde anda, pero reivindicar esta joya – a medio camino entre Superdetective en Hollywood y El pequeño buda – es un deber constitucional que debemos tener solo por el hecho de ver al pobre Eddie intentado salvar la vida del nuevo ‘elegido’ de una religión mientras sale una lata de Pepsi haciendo un numerito musical digno de Normal Duval.
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