Aviso a navegantes: aunque no soy muy fan de los spoilers, esta crítica inevitablemente contendrá algunos detalles sobre el caso real en el que se basa Todo el dinero del mundo, el nuevo film de Ridley Scott. Quien quiera evitarlos y llegar totalmente virgen al cine, puede esperarse y leerla en otro momento. A ver. También puede no leerla, que aquí no obligamos a nadie y además yo voy a cobrar igual.
Qué chunga fue la vida de John Paul Getty III.
El pobre diablo no tuvo suficiente con ser secuestrado, mutilado y verse despreciado por su familia, sino que además terminó convirtiéndose en un clon de El Dioni durante sus últimos años de vida. Ésta habría sido la oportunidad perfecta de homenajearle tomándose alguna licencia creativa y que la película terminase con él librándose de sus captores robando un furgón. Pero eso habría sido para soñar. Lo que tenemos, en cambio, es una cinta eficiente y entretenida pero que parece dirigida con el piloto automático y que tiene un guión sorprendentemente plano cuyas licencias creativas sólo han sido aprovechadas para plagarlo de clichés y personajes unidimensionales sólo salvados por el buen hacer de sus protagonistas. Michelle Williams nos ofrece una interpretación espléndida, pero Kevin Spacey Christopher Plummer parece haber nacido para el papel.
Chascarrilos aparte, no pude sentir más que alivio ante la decisión de sustituir a Kevin Spacey en Todo el dinero del mundo. Ya no sólo por la polémica que habría supuesto mantenerlo, ni siquiera quiero entrar en si me parece un acto motivado por la ética o tan solo una maniobra financiera para evitar un suicidio comercial. No. Todo eso me da (relativamente) igual. Lo importante es que nos hemos librado de un nauseabundo maquillaje propio de La Hora Chanante y que ya en su día consiguió horrorizarme en sus primeros tráilers.
Aunque no deja de hacerme profundamente feliz el hecho de que se hayan gastado un dinero en maquillar a un señor de mediana edad para que pareciera un yayo y que después tuvieran que gastarse aún más dinero en contratar a un yayo de verdad para que volviera a rodar sus escenas. Lo que perdemos en maquillaje cutrongo lo ganamos en cromas mal disimulados, pero creo que sale a cuenta. No entiendo, eso sí, por qué no han aprovechado para borrar también a Mark Wahlberg. Asumo que irían mal de tiempo, pero ya que estaban habría sido un detalle. No, el truco de ponerle gafas para que parezca más listo no funciona.
Pero, curiosamente, Todo el dinero del mundo no es un desastre en absoluto. Está dirigida con pulso, es entretenida y contiene algunos momentos de tensión bien conseguidos. Se puede decir que a grandes rasgos funciona. Y lo hace porque, sí, incluso un Ridley Scott desganado sigue siendo mejor que muchos otros directores a todo gas. Lo malo es que cuando el guión no acompaña tampoco podemos esperar que nos entregue algo extraordinario.
Recomendada para todo aquel que quiera conocer la historia de lo miserable que podía llegar a ser el Tío Gilito de la vida real que la protagoniza. Y, aun así, quizá sería más prudente esperar a ver qué tal sale la versión televisiva que prepara Danny Boyle sobre el mismo caso.
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