Iba a empezar esta crítica diciendo que el estreno de Sonic: La Película fue una de las mayores sorpresas del año 2020, pero luego me acordé de lo de la traumática pandemia mundial y me di cuenta de que a lo mejor me estaba viniendo un poco arriba. De una forma u otra, la adaptación cinematográfica del erizo azul de Sega sí que fue un digno recordatorio de que las películas basadas en videojuegos no tienen por qué ser siempre un pedazo de mierda irredimible, siempre y cuando estén hechas con algo de cariño.
Una escena post-créditos —acompañada de 320 millones de dólares de recaudación mundial— nos prometía una secuela que tardó nada y menos en recibir luz verde. Repite Jeff Fowler en la dirección, se incorporan caras (y voces) nuevas en el reparto y el presupuesto aumenta un pellizquito más. Bajo la promesa de una mayor fidelidad al material original y una reducción considerable del protagonismo de los personajes de carne y hueso, Sonic 2: La Película ya luce su feo título español en la cartelera de los roñosos y desatendidos cines multisala de centros comerciales que aún no hayan sido obliterados por la Covid. ¡Yay!
Si me notáis ligeramente escocido, me temo que estáis en lo cierto. ¿Recordáis cuando hace unos años vimos el tráiler de la primera parte y nos temimos lo peor? Pues eso es lo que ha resultado ser esta continuación. Sonic 2: La Película es uno de los peores ejemplos de cine infantil concebido bajo la falsa creencia de que los niños son gilipollas y se tragan cualquier cosa que se les eche.
Tras un prometedor inicio, el film tarda muy poco en desinflarse y mostrar sus verdaderas cartas: personajes que olvidan usar sus habilidades especiales, números musicales que agonizan en pantalla, desvíos argumentales dignos del peor delirio febril y gags que parecen los descartes de cualquier secuela de Alvin y las Ardillas. Todo esto en un guión plagado de inconsistencias, que funciona a golpe de McGuffins (ríete tú de El Ascenso de Skywalker) y en el que sus responsables tratan de alargar artificialmente una trama que cabría en el borde de una servilleta.
Pese a haber costado unas cuantas perras más que la anterior, esto no se traduce en mejores efectos especiales —el CGI es bastante chusquero por momentos—, ni en escenas de acción más espectaculares o imaginativas. Donde sí se nota es, y éste es uno de los pocos aciertos que tiene con respecto a su predecesora, es que aquí se cede casi todo el protagonismo a los moñecos hechos por ordenador. Esto no influye en la calidad de la película, pero al fin y al cabo es lo que la gente ha venido a ver.
Podríamos aprovechar aquí para hablar de las nuevas incorporaciones, como Idris Elba o Collen O’Shanussy, pero lo cierto es que no cuentan con un material que consiga que sus personajes sean interesantes o particularmente entretenidos de ver. Ni siquiera Jim Carrey es capaz de levantar la función esta vez, estando aquí completamente desatado y perdido. Francamente, si tuviéramos que destacar a la verdadera heroína de la película, ésta sería sin lugar a dudas Natasha Rothwell en el papel de Rachel.
Si bien durante casi toda la cinta el protagonismo recae sobre Sonic, Tails y Knuckles, justo antes del gran enfrentamiento final hay unos diez minutos marcianísimos donde quien se adueña de la función es Rachel. Nada puede prepararte para ello y en el pase de prensa ya observé varias caras de incredulidad y desconcierto entre los periodistas. Ni me quiero ni imaginar lo que va a pasar cuando esto llegue al gran público.
Este pequeño segmento, claramente propiciado por el THC, es a la vez lo mejor y lo peor de una película que por lo demás oscila entre la mediocridad y la vergüenza ajena. Lo que viene después es un clímax con cero emoción, muchos bostezos y que viene a ser un mero trámite hasta que llegue lo que todos nos vemos ya venir: otro cebo durante los créditos anunciando una tercera parte que espero de todo corazón que esté hecha con más ganas que ésta.
En pos de terminar este texto con una nota de optimismo, para que veáis que no todo va a ser malo, le reconozco a Sonic 2 que por lo menos no es Morbius.