Yorgos Lanthimos se encuentra a estás alturas más que cómodo con su traje de director de historias extrañas que descolocan e incomodan al espectador. Se ha creado un genero a su medida que le funciona a la perfección (comedia negra anómala y chocante) y lo luce esta vez con costuras internacionales y grandes nombres en su reparto. Sin duda el inglés le sienta igual de bien que su la exótica sonoridad de su lengua natal.
En esta sátira distópica acerca de la importancia de vivir en pareja por encima de cualquier cosa, el director griego pone en juego todas sus cartas y malabares, y aunque empecemos ya a pillarle el truco y las costuras a su cine, logra entretener como nadie, hacernos reír y emocionarnos con sus disparatadas fugas sobre el amor atrofiado de los tiempos modernos.
Yorgos cierra de este modo (junto a Canino y Alps) una especie de trilogía acerca de la incomunicación y el (auto)engaño. Si en Canino hablaba del engaño del lenguaje y en Alps del engaño sobre la muerte, Langosta no es más que un discurrir (muy negro e hiriente) en torno a la gran mentira que es la monogamia, la pareja y el amor. Intentar clasificar y congestionar el extraño flujo de emociones que es el amor, no tiene más posibilidad que estar condenado a grandes fracasos. Así que no dejes que te estafen con los grandes mensajes que nos vienen impuestos, no te refugies en lo convencional, no hagas todo por encajar y estar cómodo, porque cabe la posibilidad de que acabes convertido en un crustáceo.
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