Xavier Dolan regresa con Matthias & Maxime al cine más personal que le dio fama después de su particular aventura internacional. Es cierto que el actor y director canadiense ha intentado imponer su particular mundo interior en Sólo el fin del mundo, adaptación de la obra de Jean-Luc Largarce rodada con parte del star system galo, o The Death & Life of John F. Donovan, cinta con actores conocidos de Hollywood. Sin embargo, ambas han dejado un regusto amargo de obras fallidas a pesar del éxito comercial de la primera de ellas.
Por esta razón, el octavo largometraje del joven cineasta supone un reencuentro con el universo aparcado en Mommy, todavía su obra más redonda. Aquí nos reencontramos con esa Canadá francófona donde el realizador desarrolla sus particulares obsesiones sobre la identidad sexual o las tóxicas relaciones maternofiliales, dos elementos sobre los que han girado gran parte de su filmografía. A todo hay que añadir que Dolan vuelve a encarnar a uno de los protagonistas, como en sus primeros trabajos, y Anne Dorval, su actriz fetiche, se pone de nuevo en la piel de una madre castradora.
Sin embargo, algo ha cambiado en el propio Dolan que queda reflejado en Matthias & Maxime. Ya no es aquel director casi adolescente que reflejaba, con la excepción de Laurence Anyways, los problemas de unos personajes que se encaminaban a la edad adulta, sino que es un hombre que tiene que asumir sus responsabilidades como tal. Ese es uno de los dramas de sus protagonistas, dos amigos que tienen que tomar el rumbo de sus vidas y afrontar que ambos siempre han sentido algo más que fraternidad. Su mundo y su relación entre ellos se tambaleará cuando se besen como parte de un cortometraje de la hermana de un amigo en común.
La película muestra su particular crisis vital y la nostalgia por un pasado que, evidentemente, no volverá. La película puede recordar en muchos aspectos a producciones independientes estadounidenses, especialmente a la mucho más lograda Old Joy, una de las cumbres de la carrera de Kelly Reichardt, o a la divertida Humpday, una de las obras más conocidas de Lynn Shelton. Dolan demuestra especial talento para plasmar en imágenes los instantes de soledad y ensimismamiento de los dos protagonistas. No obstante, como suele ser habitual en el director, cae en el exceso en los momentos de discusiones, que hacen gala de su histerismo habitual, y en su tendencia a la estética propia del videoclip, donde el director parece que se deja llevar por las canciones que introduce no siempre con buen criterio. A todo ello hay que añadir algunas reiteraciones que alargan en exceso el metraje y subrayan de manera exagerada sus intenciones.
En definitiva, Matthias & Maxime es una irregular película que hará las delicias de aquellos que siguieron a Dolan desde sus inicios, pero que posiblemente vuelva a desagradar a sus abundantes detractores.