Fría y gélida, emocional y punzante. Distante y pasional. De lo cotidiano a lo histórico. En este juego de contrastes es donde se quiere mover Estados Unidos del Amor, el calculado artefacto del polaco Tomasz Wasilewski, que a través de tres historias entrecruzadas de cuatro abnegadas mujeres se sirve para poner sobre la mesa una especie de representación acerca de la represión y la constricción de la figura de la mujer en una sociedad y cultura cambiante y opresora como es de suponer a la Polonia de principios de los noventa. O al menos eso intenta.
Porque esto es solo el subtexto que se deja entrever a través de este paisaje invernal. El amor convertido en obsesión está en primer plano y es lo que mueve la narración y estructura episódica del film. Una mujer casada que siente una pasión desmesurada y culpable por el cura del pueblo. Un directora de colegio capaz de cualquier cosa por mantener a su amante. Una solitaria señora con fijación por su bella vecina.
En Estados Unidos del Amor, Wasilewski se desliza por tales derroteros del corazón como de puntillas, con talante de lejano cirujano desapasionado en un descolorido quirófano. Las que ponen la sangre y la calidez enfermiza en este juego son las actrices, entregadas a la pasión patológica del que no se siente amado. Son ellas las que logran que la película palpite y cobre vida, se abra camino a medida que avanza y acaba convenciendo con su tercer (patético y emotivo) acto.
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