El Festival de Sitges suele apostar por obras de jóvenes creadores nacionales que utilizan el certamen como vía para impulsar una película antes de su estreno en salas. Una decisión valiente porque no solo se enfrentan las opiniones de los críticos sino que también tienen una primera toma de contacto con el público. Estoy seguro que tanto el director David Victori como el resto del equipo de No matarás volverán a casa con buenas sensaciones al ser testigos de que la película ha convencido a buena parte de la crítica, pero sobre todo a un público que se ha mostrado muy entregado durante las proyecciones.
No matarás es una película que recuerda muchísimo a Good Time, la película de los hermanos Safdie, no solo en lo narrativo sino en lo estético y en los ritmos de montaje. La obra arranca mostrándonos a Dani, un joven empleado de una agencia de viajes, acompañando a su padre en sus últimos instantes de vida. Tras el funeral, su hermana se empeña en que aproveche que no tiene la atadura de cuidar de su padre para hacer lo que siempre ha querido: dar la vuelta al mundo. Pero los planes del introvertido Dani se tuercen al conocer una noche a una chica que le cambiará la vida. Tanto la película como el protagonista entran en una vorágine de caos, estrés e infarto descontrolado.
Mario Casas pasa a interpretar uno de los papeles más físicos de su carrera al dar vida a un personaje que intenta salir de un embrollo de dimensiones catastróficas. Los largos planos secuencia pegados a su nuca ayudan a aumentar la sensación de asfixia y generar ansiedad e inquietud en el espectador. No matarás es un ejercicio tan físico que abandona por completo cualquier otro tipo de reflexión. Su gran fallo es que a medida que llegamos a su desenlace el surrealismo de las situaciones aumenta provocando una sensación de desenganche en el espectador. Además la película acaba cayendo en algún que otro cliché, unos tolerables y entendibles pero otros no tanto (el plano final o el tatuaje del protagonista). Pero el balance global de la película es bueno y sirve a para afianzar la carrera de Victori y demostrarnos que Mario Casas no es solo una cara bonita.
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No la voy a ver pero desde aquí mi simpatía hacia Mario Casas, que desde que le vi haciendo de gili en la de Las brujas de Zugarramurdi me cae bien el chaval y veo que se esfuerza para salir de su encasillamiento carpetero.