El Festival de Málaga suele acoger a tres tipos de películas: las obras de autores noveles o con escasa trayectoria, las producciones de próximo estreno que quieren aprovechar el tirón mediático del festival y las cintas de directores consagrados que se presentan aquí después de haberlo intentado en otros festivales. Nunca vamos a ver a Almodóvar presentando su última creación en Málaga, él va a Cannes y si Medem viene a competición es porque antes lo rechazaron en Berlín o Venecia.
A la primera categoría pertenece El Mundo es Nuestro de Alfonso Sánchez, producción sevillana que se presentó en Zonazine. La historia de dos nazarenos que se proponen atracar un banco supone el debut en la dirección de Sánchez con una película realizada con medios limitados y que ni siquiera cuenta con distribución convencional asegurada. Con enorme frescura y sentido del humor Sánchez tira de tópicos hispanos para realizar una certera radiografía de lo mal que están las cosas, llegando a la conclusión de que el mundo es de los rebeldes que, la mayoría de las veces de forma inconsciente, se arriesgan para subvertir el sistema.
The Pelayos se estrena el próximo viernes e inaugurando el festival se ha asegurado el suficiente eco como para que funcione bien el primer fin de semana. Un atractivo reparto y un evidente esfuerzo de producción sirven para contarnos la historia de la familia García-Pelayo que ideó un sistema para desbancar casinos jugando a la ruleta. Todo lo que sobre el papel suena de lo más interesante no ve su traslación a la pantalla en ningún momento. El principal error de la película de Eduard Cortes consiste en confiar el protagonismo de todo el relato en el personaje menos carismático y más soso de todos los Pelayos. Poco puede hacer Daniel Bruhl para rescatar un personaje inexistente mientras que Miguel Angel Silvestre y Vicente Romero son los únicos que consiguen dar algo de vida a sus encarnaciones. The Pelayos es un cúmulo de despropósitos que además es peor película cuanto más se piensa debido a las grandes oportunidades que ofrecía el relato de tan singular familia.
Por último, el veterano Imanol Uribe presentó Miel de Naranjas, película ambientada en la Andalucía de posguerra. La historia de un joven que mientras hace la mili se adentra en la resistencia que repartía octavillas no puede evitar caer en los muchos tópicos de las cintas españolas de la guerra civil. Uribe muestra cierta profesionalidad un tanto desganada y Miel de Naranjas no pasa de ser una cinta correcta sin más en la que solo sobresalen las interpretaciones de Eduard Fernández y Carlos Santos.
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