Las últimas jornadas de la Sección Oficial de Largometrajes Documentales tuvieron un punto en común: su compromiso con la realidad sin incluir las habituales hibridaciones con la ficción que se han vuelto tan habituales. Kentannos ¡Qué vivas 100 años! recoge la vida de varias poblaciones a lo largo del mundo donde parte de sus habitantes se acerca o supera el siglo de existencia; Cartas mojadas nos enseña las duras experiencias de todos aquellos que cruzan el Mediterráneo para llegar a Europa en busca de un futuro mejor y Érase una vez Venezuela, Congo Mirador propone una crónica de la vida en un pueblo del país sudamericano que ve amenazada su existencia por la sedimentación mientras se enfrentan partidarios del chavismo y los opositores en una campaña electoral.
Kentannos ¡Qué vivas 100 años! (Victor Cruz, 2019)
Podríamos decir que el argentino Víctor Cruz, autor de Boxing Club y El perseguidor, ofrece en Kentannos ¡Qué vivas 100 años! quizá la obra más optimista de la Sección Oficial de Largometrajes Documentales. La película se traslada a Costa Rica, Italia y Japón para descubrirnos poblaciones donde sus ciudadanos tienen una longevidad fuera de lo común. Lejos de ser un filme triste, la película rebosa vida por los cuatro costados. Evidentemente, la muerte aparece en el horizonte, pero aquellos ancianos retratados todavía conservan ganas de permanecer en este mundo, disfrutan de cada segundo de su día a día y se permiten el lujo de seguir soñando. Por otra parte, la cinta tiene un curioso ritmo contemplativo que aporta una extraña sensación de calma en el espectador. Sin ninguna duda, una propuesta simpática para los tiempos inciertos que vivimos.
Érase una vez Venezuela, Congo Mirador (Anabel Rodríguez Ríos, 2020)
Más oscura resultó Érase una vez Venezuela, Congo Mirador. Anabel Rodríguez Ríos, en su primer largometraje, utiliza una pequeña localidad de Venezuela como un particular microcosmos donde se reflejan todos los problemas del país. Allí sigue los pasos de una cacique chavista, que no duda en comprar votos si ello le sirve para sus propósitos, y la maestra de la localidad, una mujer que se opone al gobierno establecido. Todo ello en un pueblo situado en un lago que está al borde de la desaparición por la sedimentación de la zona. Fijándose en las particulares acciones de las contrincantes, la realizadora plasma el clima de corrupción política, las falsas promesas y la falta de un futuro prometedor, que obliga a sus ciudadanos a emigrar. Lo hace sin subrayados y permitiendo que el espectador saque sus propias conclusiones.
Cartas mojadas (Paula Palacios, 2020)
Todavía más pesimista resultó Cartas mojadas, dirigida por la española Paula Palacios. autora de títulos como Mediterranean Dilemma o Doble víctima. Merecedora de la Biznaga de Plata Premio del Público, la cinta aborda el asunto de los inmigrantes que cruzan el Mediterráneo para llegar a Europa desde todos los puntos de vista posible. Así acompañamos a los particulares viajeros en un periplo que tiene múltiples peligros por mar y aire. El filme trata temas ya conocidos como la particular labor de la ONG Open Arms o los problemas que tienen estos extranjeros al llegar al viejo continente. No obstante, quizá lo más sorprendente sea que muestra la terrible labor de la policía libia y las vejaciones a la que se ven sometidos muchos de los que realizan tan peligroso viaje por parte de las mafias. Palacios se aleja del reportaje televisivo y nos ofrece un documental de extrema dureza que, sin embargo, encuentra momentos de extraña poesía al recrear una carta de una niña fallecida en un naufragio.
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