No es que tuviese unas esperanzas demasiado elevadas en Don Jon, debut en la dirección de Joseph Gordon-Levitt por lo que la palabra decepción no sirve en este caso. Lo que en un principio podría haber sido el lado amable y divertido de Shame termina siendo una historia moralista y previsible impropio de una producción indie.
El cine norteamericano tiene una larga tradición de cine sexual, eminentemente discursivo, que va desde Todo lo que quiso saber sobre el sexo y nunca se atrevió a preguntar a Closer, pasando por Sexo, mentiras y cintas de vídeo. La característica común en todas ellas es considerar el sexo algo cerebral, más hablado que hecho. Pero, sobre todo, algo problemático y causante de mil y un embrollos.
En Don Jon el problema es que el Jon del título es adicto a ver porno y ni siquiera tener a Scarlett Johansson de novia le impide seguir con esta afición. Poco más desarrolla un Joseph Gordon-Levitt más inspirado como actor que en el resto de facetas de guionista y director. En realidad lo poco destacable de Don Jon es el apartado actoral con una Johansson estupenda como choni y Julianne Moore como señora algo más comprensiva con las aficiones del chaval italoamericano.
Parece que Don Jon no quiere ser mucho más de lo que realmente es: una pequeña comedia que no va más allá de un personaje algo curioso. Como ocurría con Una proposición indecente, otra muestra de película sexual de fondo reaccionario, la simple pregunta de ¿Qué pasa si tu novia te pilla viendo porno? es estirada mediante mil y una repeticiones sin llegar a plantear ninguna otra reflexión.
El intento de hacer al personaje alguien con un supuesto problema (en ningún momento vemos cómo su aparente adicción le afecta en la vida más allá de la mencionada pregunta) que tiene que acabar aprendiendo una lección acaba hundiendo una película que no quiere llegar a ser demasiado pretenciosa y se queda en demasiado mediocre. Y nuevamente tenemos al sexo como algo con lo que hay que tener cuidado porque aunque parezca divertido es un arma de doble filo de la que no debemos disfrutar demasiado. Al menos si no es con amor, que eso ya es otra cosa.