Esta no es la primera vez que el cine se acerca al problema que supuso para Europa y Estados Unidos en los años 70 la existencia y consolidación de la conexión Marsella, la llamada French Connection. Desde Turquía se traían grandes cantidades de heroína en polvo que tras ser manipuladas en la ciudad costera se exportaban a Norteamérica y más concretamente a la ciudad de Nueva York donde el consumo era mayor y donde los contactos y socios eran más importantes. Este tráfico de droga hizo que los departamentos de narcóticos de las jefaturas de policía de las dos ciudades implicadas colaboraran juntos para intentar detenerlo y hacerlo desaparecer del mapa.
En 1971 el director de El exorcista, el conocido William Friedkin filmó una película que trataba este tema con unos jovencísimos Gene Hackman y Roy Scheider, el asesino del tiburón de Steven Spielberg. En esa ocasión The French Connection al ser un film estadounidense se centró en el problema en la ciudad de los rascacielos. El resultado 5 oscars de Hollywood y ocho nominaciones.
En Conexión Marsella, una larga película de más de dos horas y cuarto, el centro de operaciones está en Marsella, un lugar peligroso donde impera la ley de esta trama mafiosa y donde veremos producirse una auténtica partida de ajedrez para dominar la ciudad. El crimen contra la justica y el orden. Un juego de tronos donde nadie es lo que parece con dos reyes, el juez Pierre Michel al que han destinado al departamento antidroga de la comisaría de policía y Gaëtan Zampa, el padrino de toda la organización. Un criminal confiado que se cree intocable y que encontrará la horma de su zapato en el incorruptible Jean Dujardin. Junto a ellos sus esposas, unas reinas con vidas desiguales que se creen seguras en sus castillos pero que finalmente abrirán los ojos y despertarán en medio de esa guerra. Una ola de crímenes y violencia desatada que pondrá en peligro a toda su familia y un estado de bienestar que parece ya pronto finito dadas las circunstancias. Los peones y alfiles del tablero son las piezas que más se mueven durante toda la película, las que se dejan llevar por intereses económicos y ansias de poder traicionando o creando amistades con uno u otro rey como por ejemplo los corsos o El loco.
Seremos testigos silenciosos de las operaciones de la policía francesa como la vigilancia y las redadas y de los métodos que la organización criminal utilizaba conseguir el dinero que necesitaban para sus negocios entre los que estaban la extorsión a pequeños y grandes negocios. Con ese dinero negro compraban los locales más grandes y lujosos de la ciudad que más tarde servían de tapadera para sus trapicheos como la discoteca propiedad de Zampa.
La acción y el suspense dominan todo el metraje con tiroteos y persecuciones muy bien realizadas dejando a un lado la espectacularidad y los efectos especiales y centrándose en aquellas sensaciones que padecían aquellos que formaban parte de esas escenas.
El climax final creado a partir de un suspense contenido anterior es una de las muchas virtudes que adornan los 135 minutos de Conexión Marsella pero no debemos olvidarnos de la gran banda sonora que salpica de vez en cuando la trama con unos temas discotequeros de la época tanto franceses como extranjeros que precisamente se pinchaban en la más importante sala de baile del llamado Eliot Ness de los 70. Entre las canciones habría que destacar Bang Bang un título que nos hace acordarnos de la gran Kill Bill de Quentin Tarantino o Call me de Blondie.
Aunque la historia que se nos cuenta huele a rancio por la cantidad de veces que anteriormente nos han hablado de la mafia la manera de hacerlo es muy diferente. Al final nos quedamos con las consecuencias de todo ello, de toda esa guerra por el control de Marsella y con las pérdidas que supuso para uno y otro bando. En eso es original y es por ello que merece una visita al cine aunque ya haya pasado la última fiesta del cine. El francés y de Marsella Cedric Jiménez ha rodado una película que vale más de 2´90 euros la entrada ¡Os lo puedo asegurar!
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