Aunque realmente en inglés se llame algo así como Yo, Earl y la chica moribunda, alguien decidió quitar de en medio a Earl, después de todo es negro- se dice algún distribuidor, y personalizaron a esa ‘chica moribunda’, para mantener algo de suspense sobre la trama.
Pero no nos engañemos, los happy endings que tanto necesitamos en épocas de bonanza, han pasado a mejor vida, y si de algo sabe nutrirnos el cine estadounidense alejado de las grandes marcas, aunque sea la hermana pequeña de Fox la que nos haya hecho llegar la película, es el cubo de agua helada que nos dice eh, esto es la realidad, que le jodan a las mallas y los superhéroes.
El otro día hablando con alguien ajeno a todo lo que significa cine, defendía a capa y espada que el cine español, ese que se ha transformado en un género en sí más que en una nacionalidad, se había vuelto demasiado social –yo ya tengo problemas de verdad, no quiero que me los recuerden por 8 euros la sesión-, y tal vez te preguntes : ¿qué tiene que ver eso con Yo, él y Raquel?. Pues básicamente todo y nada, porque dicha película nos recuerda que sobre un tema social también se puede formar una comedia, que lejos de dejarnos una sonrisa y un recuerdo de haberlo pasado fenomenal al verla, nos recuerda que la cotidianidad de las cosas es la base del mejor humor posible,
Todo está inventado y si Azcona hace millones de años ya hizo humor sobre un señor mayor que quiere un ‘cochecito’ para no tener que usar sus piernas mientras anda por el Madrid de los 60, ¿por qué no hacer humor del cáncer?
Ah, ya. El cáncer. Ha matado a millones de personas, de hecho lo sigue haciendo día a día, y se condena una y otra vez como si de una guerra terrorista se tratase. En definitiva, cáncer malo porque mata gente.
Sin duda es un tema delicado, que siempre se mantiene parapetado por ‘los límites del humor’, en cambio en Yo, él y Raquel sirve más como un vehículo narrativo que como un chiste.
No te dejes engañar, ni esto es comedia, ni es drama ni es cine social. Lo sé, ahora mismo estoy jugando con tu mente como si de un Christopher Nolan se tratase, pero a lo que nos enfrentamos con la película de Alfonso Gómez-Rajón (director que ha estado en la versión americana de ‘Pulseras Rojas’, ya sabes, aquella serie que conmovió a Spielberg) es a un nuevo género dentro del cine.
La melancolía graciosa
Los portugueses tuvieron a bien inventar una palabra para definir ese sentimiento de ‘me falta algo’, saudade lo llamaron como si de un desodorante se tratase, y eso se ha transformado en un género en sí en una película que usa los cimientos melancólicos para desarrollarse durante cerca de dos horas.
¿Pero es una película triste? Es complicado definirla, como ya ha quedado claro en los párrafos anteriores. Sus momentos de comedia y drama están muy bien compensados, además de tener una gran dirección técnica, demostrándonos que el plano secuencia o los planos fijos en el momento de mayor tensión, no son solo oriundos del cine más sibarita europeo.
Yo, él y Raquel forma parte de esa trilogía de la #bajona, conformada por 500 días juntos, Una historia diferente Una historia casi divertida y 50/50, y es que la #bajona es tan fuerte, que su trilogía ha necesitado de cuatro películas para formarse.; y todas con algo en común, tocan lo más profundo del ser humano en un momento de sus vidas en que aún es joven para comprender la vida.
En definitiva, una película de obligado visionado para todo aquel que haya decidido dejar de ser espectador en la vida y pasar a la acción. Corre a verla antes de que alguien te la recomiende, después de todo, pese a que su mensaje puede durar en el tiempo, va a pasar muy desapercibida ya que no es otra copia de Pequeña Miss Sunshine.
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