Hasta el momento, la carrera del director Steve McQueen ha estado ligada al profundo, contundente y despiadado drama; Hunger, Shame y 12 años de esclavitud no son precisamente ejemplos de cine como divertimento ligero de pura evasión. Por ello sorprende este relativo cambio de tercio al thriller –sin abandonar, ni mucho menos, el género más canónicamente dramático, al que tiende y busca constantemente– en su nueva película: Viudas.
Gillian Flynn y el propio Steve McQueen serán los guionistas encargados de adaptar –y actualizar– la miniserie británica Widows (1983), trasladando la acción a la Chicago contemporánea. Tras quedar viudas, cuatro mujeres se ven obligadas a seguir los pasos de sus respectivos maridos, integrantes de una banda de ladrones profesionales, para poder hacer frente a una deuda que estos dejaron tras de sí y, con el resto del botín, tener la oportunidad de rehacer sus vidas. Viola Davis, Michelle Rodriguez, Elizabeth Debicki y Cynthia Erivo encabezan un reparto estelar –no en el sentido convencional, vaciado de contenido y significado de la expresión: realmente nos encontramos ante un elenco plagado de estrellas–: Liam Neeson, Carrie Coon, Robert Duvall, Colin Farrell o Daniel Kaluuya –de cuyo personaje, creedme, necesitamos un spin-off– son algunos de los rostros reconocibles que pueblan el espacio dramático.
Es en este marcado carácter coral donde se evidencia el sustrato serial que sostiene el esqueleto narrativo. El desarrollo de personajes, las relaciones que unen a cada uno de ellos y las diferentes subtramas que se derivan tienen la posibilidad de un mejor –o más acorde a las particularidades de lo que cuenta esta historia concreta– trato y refuerzo expositivo en el formato serial. Por simple limitación de tiempo, el largometraje elige de forma plenamente consciente, mediante el maravilloso recurso de la elipsis, centrarse en la acción continua –que es intensa, rápida y estimulante–, aunque ello suponga que algunos personajes queden desdibujados en sus motivaciones y vínculos con el resto.
El origen catódico de Viudas también se revela, por otro lado, en los numerosos giros propios de telenovela que impulsan la trama. La recurrente tendencia de Gillian Flynn por la peripecia melodramática e inverosímil que bordea los límites de lo ridículo es contenida y reconducida –como ya hiciera David Fincher en Perdida, cuyo guion firma la misma autora– por la competencia y el dominio del lenguaje audiovisual de Steve McQueen, quien logra a través de un sinfín de sutilezas dotar de credibilidad un material en esencia volátil.
Con todo, Viudas acaba configurándose como un filme apasionante y sumamente entretenido –sigo sin poder creer que esté hablando de una obra de Steve McQueen– que sigue la tradición del mejor cine negro. Se agradecen, asimismo, el comprometido –aunque superficial– discurso de clase y las empoderantes narrativas de género que, junto al impecable apartado técnico, elevan el nivel de la producción y la posicionan mucho más allá del mero pasatiempo.