Turbo Kid llegaba a Sitges como una de las películas más interesantes de la sección oficial a concurso y consiguió cumplir las expectativas. Es hasta el momento la película del festival que mejor atmosfera y ambiente ha sabido construir. Para ello mezcla dos iconografías fascinantes: una inspirada en el mundo postapocalíptico de la saga Mad Max, y otra que bebe del cómic y el universo retro de los 80.
La historia nos sitúa en 1997, en una realidad paralela en el que la tierra está desierta y el agua es un bien totalmente escaso. Un mundo en el que conviven lo antiguo y obsoleto con lo nuevo y tecnológico, la bicicleta como vehículo estrella con la existencia de androides completamente humanos.
Turbo Kid es un joven adolescente que desde pequeño vive solo tras la muerte de sus padres. De repente aparecen en su vida un hombre solitario que guarda muchas similitudes con Mad Max y una joven extravagantica y divertida a partes iguales. Los tres se enfrentaran a una de las bandas criminales más peligrosas y que hacen la vida imposible a todo el mundo. La película se resguarda tras un tono autoparódico que permite varias licencias y vacíos en el guion. De entrada el joven protagonista adquiere los poderes de su superhéroe favorito prácticamente por arte de magia. Pero Turbo Kid no se limita a ser simplemente una autoparodia y crea una trama solida con personajes y conflictos interesantes. Si además a esto le sumas la explicitud visual de la violencia y el empleo del gore como recurso humorístico la película se convierte en una de las más interesantes del certamen.