Los fans de los mangas o la serie de Ataque a los titanes saltaron de alegría al conocer que la obra de Hijime Isayama sería adaptada a la gran pantalla con personajes de carne y huesos. Nadie sospechaba que tanto los productores, como directores y guionistas de la adaptación cinematográfica la fastidiarían tanto.
Como espectadores debemos ser partidarios de que las películas que se inspiran en obras ya existentes (adaptaciones de novelas, remakes…) introduzcan todos los elementos innovadores necesarios para ofrecer un film original y a su vez interesante. Eso no quiere decir que todos los cambios sean adecuados, al contrario, todos deben ser revisados y analizados. Las dos partes cinematográficas de Ataque a los titanes establecen enormes diferencias con las obras originales en las que se inspiran. Me atrevo a decir que ninguna de estas innovaciones es acertada.
La versión cinematográfica se limita a cambiar y fusionar a la ligera los personajes y sus arcos, las tramas principales, las subtramas e incluso el dispositivo principal. Dispositivo que por sí solo es atractivo, funciona y con el que conseguirán llamar la atención de la audiencia. Ataque a los titanes narra la historia de tres jóvenes que viven en un futuro distópico en el que el mundo está plagado de titanes y los seres humanos se refugian tras los muros de una enorme ciudadela.
Si la primera parte de la película ya sugería muchísimos cambios respecto a las relaciones entre los personajes, todo aquello relacionado con la segunda parte difiere de la fuente original hasta el punto de rozar la incoherencia. La estrategia de los productores queda clara desde el minuto uno, apostar constantemente por el impacto visual y las imágenes, aunque para ello haga falta desmontar tramas hasta convertirlas en irrelevantes. Una estrategia que puede que logre sus espectadores pero que desgraciadamente no consigue hacerle justicia a una de las series y mangas más fascinantes de los últimos años.