Encontrar una sala de cine con sold out un domingo por la tarde en Madrid es un fenómeno extraño y no tanto por la crisis que dicen que afecta al cine (y que más allá de la crisis social y cultural que vivimos es una crisis del medio mismo: un cambio de las estructuras de consumo donde nosotros preferimos pagar 3€ por ver una película a un clic en Filmin que salir de debajo de la manta, levantarnos del sofá, pegarnos una ducha, vestirnos, salir a la calle, hacer cola en el frío, comprar una entrada, comprar Coca Cola -Light, siempre Light, que es enero y ya se sabe, hay que cuidar los excesos-, rezar para que la calefacción del cine no esté demasiado alta o demasiado baja, rezar para que el volumen no esté demasiado alto, rezar para que no te toque un tipo demasiado grande en el asiento de delante y rezar -de nuevo- para que el retrasado que tienes a tu lado no decida hablar con su novia vía WhatsApp durante las dos horas de película). Decía, disculpen la digresión, de la rareza que es no encontrar entradas más allá de determinados cines en versión original el día del estreno o de preestrenos donde la picaresca española y el todo gratis gana a todo lo demás.
Los viandantes que pasaron el pasado domingo 12 de enero por la Plaza de Callao de Madrid a partir de las 4 de la tarde se encontraron con una larguísima cola que daba la vuelta a la plaza. –Disculpa, ¿qué es lo que hay? -Un pase con las tres películas de Regreso al futuro. -Ah, gracias.
¿Phenoqué?
Quizá si no estás en el circuito cultural de Barcelona el nombre de Phenomena no te diga mucho a priori, pero Phenomena Experience es una de esas iniciativas que aún nos hacen creer en el ser humano. En su web podemos leer unas palabras de Nacho Cerdá que explican bien el sentido de esta iniciativa:
Phenomena Experience nace para recuperar los grandes clásicos de los años 70, 80 y 90; esas películas con las que crecimos. Aquellos títulos que nos hicieron reír, llorar, soñar… esas historias que auspiciaron nuestra primera cita, ese primer beso, aquel inolvidable verano. Phenomena rinde homenaje al espíritu de aquellas sesiones dobles que nos deleitaban de pequeños; esas tardes cuando entrábamos en un mundo de fantasía. Se trata del cine en mayúsculas, en pantalla grande. Una auténtica catarsis colectiva como cuando suena nuestra canción favorita. Lo clásico vuelve a ser moderno. Y ahora le toca al cine. De momento, yo he reservado butaca.
El 16 de diciembre de 2010 se pasó la primera película dentro del circuito de Phenomena. ¿La escogida? Alien, el octavo pasajero, todo un clásico de la ciencia ficción moderna. Personalmente recuerdo con especial cariño la doble sesión de Los Goonies y La princesa prometida en los cines Girona de Barcelona o la sesión de Parque Jurásico y Terminator II. Otros, sin duda, recordarán con más cariño las «sesiones grindhouse» con películas de serie B (o Z, según se mire). Supongo que dependerá de las filias y fobias de cada uno y de la década en la que haya nacido cada uno.
Ahora, tres años después, Phenomena está más que consolidado en Barcelona y en Madrid sus fans empiezan a llenar todas las sesiones que montan. En el tercer aniversario de esta admirable iniciativa preguntaron vía Facebook con qué película celebrarlo y por aclamación popular Regreso al futuro I fue la escogida. ¿Y como acompañante? Regreso al futuro II. Y los responsables decidieron organizar un pase triple (cosa rara) con las tres películas seguidas. Tres años, tres películas, todo un sueño cumplido.
Hablemos de las películas
Volver a ver Regreso al futuro y en mi caso en pantalla grande es una experiencia notable aunque solo sea por hacer el ejercicio de ver cómo ha tratado el paso del tiempo a la película y si nuestros recuerdos son traicioneros. No pocas veces volvemos a ver una película a la que le tenemos cariño y una vez vista nos arrepentimos rápidamente de haberlo hecho: el recuerdo y las sensaciones que se quedaron grabadas en nuestra tierna infancia eran mucho mejores.
Regreso al futuro I se estrenó en 1985 de la mano de Robert Zemeckis (con un guión suyo y de Bob Gale) y producida por Steven Spielberg. La historia es más o menos sencilla: el doctor Emmett Brown (intrerpretado por Christopher Lloyd) ha inventado una máquina del tiempo y ha usado un DeLorean para construirla. Su amigo, el joven Marty McFly (Michael J. Fox), le acompañará en la primera prueba de viaje en el tiempo grabándolo todo con su videocámara cuando el grupo terrorista libio al cual ha engañado Doc para conseguir el plutonio y hacer funcionar el condensador de fluzo hacen acto de presencia disparando sus armas. Marty acabará en el coche huyendo de los terroristas y al alcanzar la velocidad de 140 Km por hora el coche saltará al pasado sin él quererlo, precisamente al 5 de noviembre de 1955, el día en el que a Doc se le ocurrirá la ideal del condensador de fluzo. Marty, con la ayuda del Doc de los años 50 intentará regresar a su época mientras acaba conociendo a sus padres e intenta no trastocar demasiado el espacio-tiempo ya que cualquier cambio en el pasado podría generar una onda expansiva de cambios de resultados impredecibles…
Vista con perespectiva, la primera parte de la trilogía es la más redonda. En apenas hora y media se desarrolla toda la trama y logra hacer icónicos a personajes como Doc (el leimotiv del patinete que dará tanto juego en la segunda parte, el reloj del ayuntamiento y por supuesto el archienemigo Biff, que hará la vida imposible la vida a los McFly a lo largo de todas épocas.
La segunda y tercera parte nacieron al rebufo del éxito de la primera y de un final abierto que a todos nos deja con ganas de más: ¡un Delorean volador! ¡ver el futuro! ¡Claro que queremos ver cómo sigue la historia! Quizá la memoria colectiva ha tratado demasiado bien a la segunda parte únicamente por los primeros 20 minutos de metraje, donde vemos ese Hill Valley futuro en 2015 donde hay coches voladores, aeropatines, la ropa se se ajusta y se seca sola y las zapatillas Nike se autoajustan solas. Tal ha sido el éxito de esos iconos retrofuturistas, que Nike sacó el modelo de zapatillas que aparecen en la cinta en 2011 en una tirada limitada de 1500 unidades y que fueron directamente subastadas y cuyos beneficios fueron a parar a la Fundación Michael J. Fox. Del mismo modo desde hace un par de años podemos comprar el aeropatín rosa de Mattel a $120, aunque desgraciadamente no vuela y parece que no hace demasiado.
La segunda parte se estrenó en 1989 y quizá el mayor logro de este segundo capítulo de la saga sea incluir el “¿eres un gallina, McFly?» como motivación del personaje principal. En esta ocasión un cambio del pasado originará toda una realidad paralela en la que las cosas pintan muy mal para los McFly, por lo que Marty y Doc tendrán que volver de nuevo a 1955 para evitar que el Biff del futuro entregue a su yo del pasado el almanaque deportivo con todos los resultados futuros y cambie el destino de todos para siempre. Resulta muy curiosa la labor de recrear escena por escena los acontecimientos de la primera película sin que parezca en ningún momento algo forzado.
Regreso al futuro III se estrenó en 1990 y en esta ocasión nos lleva a 1885, al oeste, donde Marty irá en busca de Doc para evitar que suceda lo inevitable. Por el camino cambiará de identidad y pasará a llamarse Clint Eastwood y tendrá que enfrentarse a Buford Tannen, el bisabuelo de Biff mientras Emmett descubre el amor a primera vista (algo fuera de toda lógica para un científico) y se las ingenia para poner a un Delorean a 140 km por hora sin gasolina.
La trilogía completa de Regreso al futuro supone un espectáculo de 5 horas y media de duración que nos lleva a una de las mejores sagas de la historia del cine y que mucha gente olvida (¿quién no ha hecho una maratón de películas de Star Wars, Alien, El Padrino o El señor de los Anillos?). El guión de Zemeckis y Bob Gale es una joya que funciona además de por el buen hacer de los actores por jugar con la reiteración de los guiños en toda la saga y que harán sonreír al espectador atento (el estiércol, la escena de Marty despertándose con su madre, el reloj del ayuntamiento, la construcción de la urbanización donde viven, Michael J. Fox disfrazado, la obsesión de Marty con los patinetes, el Tannen malvado que hace la vida imposible a los McFly en todas las épocas, etc. ) y además nos deja con la idea de que nuestro futuro no está escrito, que no existe el destino o la predestinación más allá de las decisiones que nosotros tomemos. Nosotros somos dueños de nuestro destino y todo lo demás es un fax en blanco.
Fotografías: José Luis Merino / Héctor Sánchez
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