Soy perfectamente consciente de que lo fácil sería empezar esta reseña afirmando que Ralph rompe Internet es lo que tendría que haber sido La Emoji Película. Pero no es lo que voy a decir. Y no lo haré por dos motivos: el primero es que no me gusta caer en lugares comunes, éste es un blog que se caracteriza por la escrupulosa calidad de su contenido y me gustaría estar a la altura; el segundo, que a diferencia de millones de espectadores yo todavía me tengo a mí mismo un poco de estima y tomé la sabia decisión de no ver jamás La Emoji Película.
Por lo demás, os traigo buenas noticias: la secuela de la simpatiquísima Rompe Ralph es una excelente aventura para toda la familia que consigue situarse varios escalones por encima de su predecesora. Cargada de humor, emoción y al menos seis o siete palés de product placement —del que no molesta demasiado, eso sí—, la nueva producción de Disney no defraudará a quienes busquen echar una buena tarde en compañía de los pequeñuelos de la casa.
En esta ocasión, Ralph (John C. Reilly) y Vanellope (Sarah Silverman) tendrán que —Macguffin de rigor mediante— abandonar su sala de recreativos para adentrarse en el desconocido mundo de Internet. Como cabría esperar teniendo en cuenta la previa recreación del universo dentro de los juegos de arcade, la representación de Internet es ingeniosa, divertida y sorprendentemente exhaustiva: tendremos videojuegos online, virales de Youtube, banners de publicidad, subastas en Ebay e incluso una inesperada visita a la dark web. Todos estos elementos están perfectamente integrados en la historia y el mundo planteado tiene la suficiente coherencia interna como para que el espectador no se rasque mucho la cabeza intentando buscarle tres pies al gato.
Como ya he dicho, nos encontraremos ante un aluvión de marcas comerciales. Y no sólo relacionadas con Internet o las redes sociales, sino con la propia compañía que produce la película. No quiero destriparos qué personajes harán acto de presencia, pero a poco que le echéis un poco de imaginación seguro que acertaréis por dónde van los tiros. Afortunadamente, tal y como prometían los tráilers, todos estos cameos provocan más hilaridad que molestia. Mención honorífica a las gloriosas intervenciones de las Princesas Disney, cuya presencia en la trama es la justa y necesaria como para no quemar el chiste (si bien reconozco que no me habría disgustado que tuvieran unos minutos más en pantalla).
Pero no sólo de branded content vive Ralph rompe Internet. Aunque pueda parecer lo contrario por lo previamente expuesto, esto sigue siendo una cinta de personajes. Bienvenidas son las incorporaciones de Gal Gadot y Taraji P. Henson, sumándose al reparto de la primera entrega. No obstante, el alma de la función sigue siendo la maravillosa Sarah Silverman —poco crédito se está llevando— interpretando a la adorable Vanellope. Este festival de chistes y referencias no se sostendría tan bien por sí mismo si no fuera gracias a la pareja que forma con Ralph, quienes una vez más nos robarán el corazón cinéfilo y el de nuestra progenie.
Siendo completamente honestos, hay que decir que no está exenta de fallos. Al igual que ocurría en la original, su tercer acto comete el error inexplicable de hacer que sus protagonistas pasen a comportarse como unos auténticos cretinos. A nivel narrativo nos da la sensación de que no aprendieron nada de la entrega anterior, pero a nivel de producción parece que los guionistas han sido tan vagos que ni se han molestado en buscar una opción menos perezosa y sobada para justificar la traca pirotécnica final de rigor.
El milagro está en que al menos son consecuentes con sus actos y todo ese desaguisado nos lleva hacia una conclusión sorprendentemente agridulce y madura, alejándose del completo happy ending que esperaríamos en una obra de estas características. Sin ánimo de destriparle nada al lector, la sensación que nos deja el desenlace de Ralph rompe internet es muy parecida a la de los minutos finales de Monstruos University. Pero no os asustéis, porque no todo va a ser bajón: como ya viene siendo tradición, el público que no abandone inmediatamente la sala en cuanto vea aparecer los créditos será recompensado con dos escenas adicionales graciosísimas cuyo visionado recomiendo encarecidamente.
Ralph rompe Internet es todo lo que debería ser una secuela: más y mejor. Aunque no pueda evitar caer en algunos tropiezos del pasado, sus aciertos son abundantes y pesan mucho más que sus errores. Por mi parte tengo muy claro que si sus responsables deciden convertir este díptico en trilogía, mi confianza —y mi entrada— ya la tienen ganada de sobra. En cuanto a vosotros, ¿a qué estáis esperando?
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