Muy cerca de los paraísos capitalistas se encuentran las zonas más degradadas pobladas por aquellos que no han logrado su lugar en el sol. The Florida Project nos mostró cómo es la infancia en los moteles baratos que se encuentran próximos a Disney World. El cineasta balear Toni Bestard pretende algo parecido con Pullman.
Quizá una de las principales diferencias entre ambas sea que la cinta estadounidense ahondaba en el tremendismo al plasmar unas familias asoladas por la droga y la delincuencia, mientras que el realizador español prefiere mostrar a dos clanes, los respectivos de la pareja de preadolescentes protagonistas, que intentan sobrevivir en un edificio de apartamentos con sueldos bajos, pero que lo hacen sin caer en el submundo de los estupefacientes o el crimen.
Bestard no elude estos temas, pero prefiere que no sean el centro de su película. Daren y Nadia, los dos hijos de inmigrantes que se convierten en los personajes principales del filme, inician un particular viaje iniciático que supondrá un paso de la niñez a la adolescencia. En él se encontrarán con individuos que simbolizan los peligros que les acechan: el alcoholismo, la prostitución y la drogadicción.
Sin embargo, lejos de subrayar el lado más sórdido, el autor de El perfecto desconocido prefiere abordarlos desde el punto de vista más inocente de ese dúo de chavales, encarnados con acierto por Keba Diedhou y Alba Bonnin Østrem, que salen de su aburrido día a día para vivir una aventura de una sola jornada.
Hay sensibilidad y cariño por esos seres a los que la suerte no ha sido muy generosa, pero es cierto que Pullman no explota todo su potencial. Aunque nos encontramos ante una película recomendable, quizá hubiera sido mejor si hubiera desarrollado más algunos asuntos que simplemente quedan apuntados. A pesar de ello, el largometraje se convierte en un tierno y sincero retrato de la infancia en los suburbios de la soleada Mallorca.