¿Qué puede llegar a sacrificar una madre por el amor de su hijo? Esa pregunta tiene respuesta en un film como Nahid. Sareh Bayat interpreta a una madre coraje en el Irán de nuestros días que se encuentra en una encrucijada. Tiene que elegir entre un futuro en brazos de su amor secreto o junto a su hijo viendo cada día a aquel que le ha destrozado la vida, en este caso su exmarido, un hombre sin trabajo y dinero que malvive de las apuestas y que está enganchado a vicios tan destructivos como las drogas.
El cine iraní suele apostar, en esta ocasión también, por un tipo de películas de contenido dramático que llegan al espectador siempre emocionándolo. Todos nos ponemos del lado de una mujer que siente, padece y se entristece con todo aquello que le sucede que no es poco. Desea ser independiente, desea vivir alejada de todo aquello que le recuerde a los malos años que pasó con su expareja pero no es fácil hacerlo en una ciudad pequeña donde todo el mundo se conoce y donde los secretos no tardan mucho en saberse. Allí las segundas oportunidades son una quimera, el peso de las tradiciones y la propia cultura no dejan que una mujer joven pueda superar un matrimonio fallido pudiendo perder la custodia de un ser querido pese a que tiene la razón de su parte.
Nahid no quiere que su malcriado hijo siga los mismos pasos que el desastre de su padre, siempre metido en peleas y perseguido por lo peorcito de la ciudad. Desea que los estudios, en este caso privados, le saquen de la calle y para ello no duda en bajar la cabeza y pedir ayuda, la mayoría de los casos económica, a quien corresponda. A veces hay que tragarse el orgullo si uno o una desean prosperar sobre todo cuando la mayoría de las cosas que te suceden están en tu contra. El robo como última opción es fruto de una desesperación nunca curada.
La familia no es un apoyo con una madre enferma que no sale de la cama y que necesita cuidados diarios, una cuñada que vela por sus propios intereses y un hermano machista que le reprocha sus conductas, esto es, haberse enamorado de su jefe, un hombre rico que cuida solo como ella de una hija pequeña. Solo una amiga, la buena de Leila, parece entenderla y le aporta algo de felicidad a tan triste vida tal y como vemos en las bromas con las que ambas se atacan a cada momento. Significativa es la que tiene lugar en el entierro de su madre y que las hace salir de la sala en donde se reza a carcajada limpia.
La maestría técnica con la que nos deleita esta directora queda demostrada con unos planos arriesgados como por ejemplo el que nos permite ver lo que sucede en el exterior de un auto desde el interior convirtiéndonos en ese momento en sus ojos y sus manos o la visión de los dos enamorados a través de una pantalla de plasma que recoge las imágenes grabadas por una cámara.
Ida Panahandeh dirige y escribe, en este su segundo trabajo, el guion de una historia terrible con unos protagonistas que son víctimas de una sociedad que los margina y los obliga a actuar de una manera egoísta. Atención al juego que hay con los pañuelos y joyas que dice mucho de la cultura iraní y la manera de usarlos significando una u otra cosa.
Contra la adversidad solo puede uno doblar las rodillas ¿o no? Nahid se opone a esto con todas sus fuerzas y lucha llevándoselo todo por delante. Es una mujer moderna que sabe que puede valerse sola. No quiere ser una mantenida y solo lo aceptará si esto le ayuda a recuperar a su hijo. Un precio que con gusto pagará. Nahid es el nombre de una luchadora, esta es su historia. La historia de una denuncia que debe ser escuchada.