¿Era necesario renovar Muñeco diabólico? No, por supuesto que no. ¿Había una legión de fans exigiendo que Chucky tuviera una adaptación a 2019 porque la película de 1988 se había quedado un tanto anticuada? Por suerte, tampoco. ¿Significa eso que la nueva versión de Muñeco diabólico debe estar automáticamente condenada al ostracismo y el olvido absoluto? Sinceramente, para nada. Sí, es una película “innecesaria” (ese adjetivo tan de moda a la hora de calificar secuelas y reboots variados y que no quiere decir nada: Ciudadano Kane también es “innecesaria”), pero también resulta tremendamente divertida, y trata de hacer algo más que sacar el dinero a la gente. Pero para entender toda la polémica con este Muñeco diabólico, empecemos por el principio.
Don Mancini, a los 25 años, tuvo una idea que le abrió las puertas de Hollywood: un asesino en serie que se mete en el cuerpo de un muñeco que continúa con su matanza. Desde entonces, no se ha bajado del carro: Mancini ha guionizado todas y cada una de las siete películas de Muñeco diabólico, lo que no significa que todas hayan tenido siempre la misma calidad: por cada irónicamente deliciosa La novia de Chucky tenemos un horror del tamaño de Muñeco diabólico 3. Pese a todo, no cabe duda de que esta es su saga, su hija y, por tanto, se debe jugar con sus normas. Sin embargo, las dos últimas películas (la simpática La maldición de Chucky y la mediocrilla El culto de Chucky) salieron directas a vídeo como el previo paso a su desaparición. De hecho, Mancini no tuvo oportunidad de mostrar su idea de una octava entrega.
Y es que los productores decidieron volver a la pantalla grande… con otro guionista y otro director al mando, y cambiando la voz clásica de Chucky (de Brad Dourif a Mark Hamill, con dos tonos bastante diferentes). Los pocos pero fieles fans se pusieron en contra y, para calmar la marabunta de críticas, Mancini comenzó a guionizar una serie de televisión (tenemos pocas series hoy en día, es una muy buena idea) que continuaría con lo ocurrido en la séptima entrega. O sea, que ahora tenemos dos sagas de Chucky coexistiendo al mismo tiempo: la del reboot y la de siempre. Solo podía pasar en 2019.
En la nueva Muñeco diabólico se coge la base del argumento (un muñeco asesino que acaba en manos de un niño), se mezcla con Black mirror, con ese episodio de Los Simpson en el que un muñeco de Krusty quiere asesinarlos porque está puesto en “malo” y se bate bien. El resultado, un entretenimiento veraniego perfecto para disfrutar de sangre y humor negro por doquier. Casi me atrevería a decir que este es el reboot perfecto, adaptado a los nuevos tiempos pero sin dejar de lado el estilo original.
Claro, que sea un reboot perfecto no quiere decir que la película lo sea, ¡ni mucho menos! En esta nueva versión, un operario que crea los muñecos Buddi (ya no son más Good Guys) es despedido y decide crear una inteligencia artificial que elimine todo rasgo de empatía y buen comportamiento. El Buddi con dicha inteligencia, claro, acaba en casa de Andy y, poco a poco, su lealtad hacia él hará que se cargue a medio vecindario.
El hecho de introducir de manera orgánica conceptos como la inteligencia artificial o la nube es un completo y absoluto acierto, y ayuda a ver la película como un ente independiente en lugar de estar siempre supeditada al reboot. Igualmente, el rediseño de Chucky le queda como un guante: sin dejar de lado el estilo del antiguo (antes de los cortes en la cara y las cicatrices), se ha modernizado para encuadrarlo correctamente en la época actual: este Buddi (y sus continuaciones) podrían verse perfectamente en cualquier catálogo de juguetes actual, al lado del juego de mesa de pillar la caca del wáter y el nuevo vestido de Elsa.
Los asesinatos, además, recuperan el cachondeo slasher de la saga original y los comentarios de Chucky, con un Mark Hamill excepcional (haciendo de Joker una vez más, sí, pero con matices) añaden un factor de comedia negra maravilloso. Tyler Burton Smith se estrena en el cine como guionista con esta película y, aunque se le nota muy suelto en cuanto a la escritura de diálogos y planteamiento de situaciones, no termina de dar en el clavo.
El problema en el guión de Muñeco diabólico es que Andy, el niño protagonista, nunca termina de caernos bien del todo. La relación con su madre es tan anodina como la interpretación de Aubrey Plaza, sus amigos aparecen y desaparecen según le apetece a la historia y los rasgos distintivos de Andy que parece que tendrán utilidad más adelante (por ejemplo, su sordera) nunca se explotan más allá de un par de minutos. Explora acertadamente las amistades tóxicas, la dependencia y el poder de la palabra, pero no tanto como para hacerla realmente interesante: los roza, sin llegar a hacerte pensar al respecto. Pero, por más que divierta, tampoco deja nada a la sorpresa: si has visto una película de terror actual y Muñeco diabólico, sabes perfectamente por dónde te va a llevar de principio a fin.
Los personajes son meras excusas para que Chucky tenga a quién matar, aunque al final clava su cuchillo en muchas menos personas de las que podría, siendo sus principales víctimas secundarios o gente de la que el guión puede, claramente, prescindir. Andy es el único con una progresión dramática coherente, pero el resto –desde su abnegada madre hasta sus amigos, más cercanos a En los 90 que a El club de los cinco– tienen, como única evolución generalizada, el momento en el que se dan cuenta de Andy dice la verdad y Chucky es un asesino. Demasiados personajes que sobran por todos los sitios cuando, con apenas tres principales, se podría haber contado la misma historia.
El guión es algo torpe, sí, pero lo compensa su dirección, a manos de otro novato, Lars Klevberg, que en España aún no ha estrenado su ópera prima, Polaroid. En este Muñeco diabólico utiliza todo lo que está en su mano para poner en tensión al público: cámaras en los ojos de Chucky, canciones macabras, travellings cortos pero efectistas… No se puede decir que tome los riesgos de Don Mancini en El culto de Chucky (que a ratos parecía más una película de arte y ensayo que un mata-mata), pero no es necesario para contar Muñeco diabólico.
Esta nueva versión enamorará a los fans de la saga menos conservadores, gustará a los que vayan esperando una película entretenida y será odiada por los que ya iban predispuestos a hacerlo. No es ninguna maravilla, pero consigue echar aceite, ajustar los engranajes y poner en marcha un carro que estaba prácticamente condenado a ser abandonado en un rincón. De momento, la taquilla ha evolucionado un poco más bajo de lo que se esperaba, y tendremos que esperar para ver si estos Buddies han llegado para quedarse o son, simplemente, un experimento que, como la mayoría de los reboots actuales (hola, Men In Black International) queda en nada.
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