¿Qué quieres que te regale para tu cumpleaños? Una pregunta sencilla e inocente va a tener una respuesta que nadie esperaba en los Hirata. La calma en la casa parece que va a finalizar pues la abuela ha decidido pedirle a su esposo después de cincuenta años el divorcio. Los motivos solo los dirá en una reunión con todos los miembros de la family en el Japón actual. Para Maravillosa familia de Tokio Yôji Yamada vuelve a reunir al reparto de Una familia de Tokio, del 2013, un remake acertado de Cuentos de Tokio del maestro Yasujiro Ozu, en una casa en donde todo puede pasar.
Los tres hijos del pater y mater familias no entienden nada, el más mayor, demasiado tradicionalista y conservador, trabaja duro para sacarlos a todos adelante junto a su mujer que es una obediente ama de casa que está al cuidado de todo, incluidos sus hijos a los que regaña en numerosas ocasiones, su hermana casada con un auténtico idiota le amenaza cada vez que hay una crisis con la separación aunque nunca se atreve a hacerlo, el tercero y más pequeño está más interesado en presentar oficialmente a su novia antes de casarse e irse a vivir con ella lejos de allí. Son la casa y el bar, donde se relaja bebiendo o fumando Shuzo, los lugares preferidos para relacionarse los personajes. Allí es donde suceden los sucesos más interesantes y sorpresivos y donde conocemos más en profundidad sus usos y costumbres. En cierta manera recuerda a la vida occidental pero con una visión oriental que queda probada con ciertas actitudes y sensibilidades como son la nula demostración de amor y cariño en público o unas gracias muy suyas. A veces aquí también el hombre cuando deja de trabajar y se jubila dedica su tiempo libre a rutinas y variados hobbies, como el golf, pasear al perro o pasarse la vida en el bar dejando a un lado o descuidando a su pareja que le pide mayor atención o una compañía que cree mínima.
En este vodevil de contenido cómico, alejado del drama de la otra familia de Yamada, los secundarios aparecen y desaparecen dejando eso sí alguna que otra bromita o gracia a su paso. En Maravillosa familia de Tokio hay detectives chapuzas que resultan ser antiguos amigos de sus objetivos, patosos bedeles con el don de la inoportunidad, policías que multan a los protagonistas o repartidores de comida a domicilio con mucha guasa. Las cosas que deberían tomarse en serio, como un posible ataque al corazón, se banalizan de manera supina mientras que otras menos importantes son capitales para muchos de ellos, como un partido de baseball que acaba alegremente para los nietos.
En Maravillosa familia de Tokio la casa es un personaje más, cada habitación y sala cumplen un papel. La cocina es el lugar en donde se come o se preparan los platos que han pedido previamente, donde algunos a veces se sinceran y donde la trabajadora nuera no siente reconocidas sus labores domésticas. El salón sirve de reunión y gabinete de crisis cuando las cosas marchan mal, donde todos tienen tiempo para reprochar ciertas actitudes y comportamientos inadecuados como una presunta infidelidad. En la habitación de los abuelos, la pareja apenas habla y la comunicación no fluye tal y como debería. El cascarrabias Shuzo desde hace años siempre sigue una misma rutina cuando llega por la noche a casa, dejando la ropa desordenada y tirada por todos lados y durmiéndose en su sofá. Una de las veces en blanco y negro podemos ver imágenes del clásico de Ozu, un guiño de Yamada que se agradece.
Maravillosa familia de Tokio es sencillez en estado puro y lo notamos en este guion que no necesita de grandes tramas para entretener a cualquiera, sea de aquí o de Oriente. Todos reconocemos como nuestros los problemas de los Hirata con jóvenes que se emancipan, la alargada sombra del divorcio o las relaciones entre hermanos y cónyuges que al final se solucionan con un imprevisto happy end que casi sucede por casualidad. Todos los lloros y enfados se convierten en ligera alegría con unos personajes entrañables que parecen no tener ni pizca de malicia y menos malas intenciones, como Toto, el perro familiar que obedece a todos y no hace ninguna trastada o destrozo propio de este animal.
La modernidad está representada en la posición de algunas de mujeres que trabajan como empresarias y dueñas de un bar o aprendiendo disciplinas como la escritura en talleres prácticos dirigidos por hombres. Actividades que potencian su intelecto y les convierten en auténticos pozos de sabiduría que siempre saben dar el consejo más adecuado. Aquí el que escucha con atención puede dar solución a sus problemas, el que no se irá ¡al carrer!