Lo que está pasando con el universo cinematográfico de Warner/DC empieza a parecerse sospechosamente a la trama de un culebrón venezolano. Después de la justita El Hombre de Acero, el horror de Batman v Superman, el horror hortera de Escuadrón Suicida y lo que parecía ser por fin un paso hacia el buen camino en Wonder Woman, llega a nuestras pantallas Liga de la Justicia. La buena noticia es que se parece más a Wonder Woman que a las otras tres. La mala noticia es que cada fotograma es un perfecto reflejo del proceso tortuoso que ha llevado a su creación.
Liga de la Justicia fue dirigida por Zack Snyder hasta que se vio obligado a abandonar el proyecto debido a una tragedia familiar. Le pasó el testigo a Joss Whedon (Los Vengadores), que se encargó de tomar las riendas en la post-producción y de efectuar los rodajes adicionales. No es poco habitual en una cinta de estas características tener que rodar algunas secuencias a posteriori, pero en este caso los rodajes adicionales han sido más extensos y han costado mucho más dinero del que estaba previsto. Se han centrado, además, en un único objetivo: aligerar el tono solemne de Snyder y acercarlo más al que podría verse en una propuesta de Marvel Studios.
Es inevitable entonces no darse cuenta de que estamos, una vez más, ante un monstruo de Frankenstein. No ayuda que Ben Affleck se haya puesto fanegas en estos últimos meses y que Henry Cavill tuviera que acudir a los reshoots con un bigotazo que daba gusto verlo—totalmente prohibido afeitarse por motivos contractuales con Paramount, ya que lo requería para su papel en la sexta entrega de Misión Imposible— y que tuvo que ser borrado digitalmente. El cinéfilo que tenga un ojo entrenado podrá distinguir sin ningún problema lo que ha dirigido Snyder de lo de Whedon simplemente comparando la calidad de sus composiciones, pero sin necesidad de ponernos pedantes sólo hay que fijarse en la CARAZA que echa Affleck de un plano a otro o en el abominable bigote fantasma de Cavill.
Concededme que siga hablando de ese bigote durante un párrafo más. Sin entrar mucho en detalles, es prácticamente con lo primero que nos encontraremos en pantalla nada más empezar. Al pobre Superman le han hecho una escabechina en la cara de muy mala manera y los sufridos espectadores transitaremos con mucha incomodidad por el valle inquietante cada vez que haga acto de presencia. A veces parece que le hayan borrado medio labio y en otras ocasiones parece que estemos volviendo a ver a la princesa Leia de Rogue One. No obstante, hay que rendirse ante la evidencia de que el parecido más razonable se encuentra en José María Aznar cuando se afeita. Uno se pregunta si no hubiera sido mejor decisión volver a rodar todas sus escenas previas por otras ya con el mostacho puesto y dejarlo tal cual. El resultado habría sido impagable y os juro que distraería menos.
Este bigote (os juro que ya paro) es una prueba más de que Warner/DC deben ponerse las pilas de cara al futuro y preparar mejor sus proyectos desde el principio para no tener que ir mutilándolas a posteriori. No, Liga de la Justicia no es el desastre tonal de Escuadrón Suicida ni el estropicio de lo que quiera que fuera Cuatro Fantásticos. Aun así, hay que empezar a pulir aristas ya antes de que sea demasiado tarde y empiecen a palmar en taquilla. Como resultado de tantos vaivenes, la narrativa resulta atropellada y el montaje vuelve a ser un chocho mareao. Por suerte, es algo más corta de lo habitual y eso ayuda a disimular sus carencias. El cabreo ya te lo llevas después, cuando caes en todos los agujeros de guión.
Pero Liga de la Justicia hace muchas cosas bien. Entre ellas, el buen tratamiento de todos los miembros del grupo superheróico que le da nombre. Todos molan. Los que ya lo hacían de antes y los que no también. Batman y Superman tienen un merecido renacimiento después del coñazo que nos dieron en el film anterior, Wonder Woman sigue demostrando que Gal Gadot ha nacido para interpretarla, Aquaman claramente ha venido aquí A MOLAR, Flash a ser el alivio cómico cuqui y Cyborg… Cyborg sospecho que no va a ser el favorito de nadie, porque no deja de ser un MacGuffin con patas y perpetua cara de estreñimiento (que algo hemos mejorado, porque hasta hace un par de años así es como eran todos). Cada uno tiene un arco argumental que funciona y demuestran una buena química como equipo en pantalla. Sospecho que Whedon ha tenido mucho que ver en esto, no es casualidad que muchos momentos nos recuerden a las reuniones en el cuartel de Los Vengadores.
Las escenas de acción rodadas por Snyder parece que han sido lo que menos tijeretazos se ha llevado, para regocijo de algunos y desgracia de otros. El que sea fan de su estilo no se verá defraudado, pero quien no pueda con sus hostias hiperbólicas, su festival de cámaras lentas y sus planos sacados directamente de las viñetas no gozará mucho de la experiencia. Además, es posible que los efectos especiales canten aquí un poco más de lo habitual. Intuyo que esto se debe al uso de una fotografía mucho más colorida de lo que nos tenían acostumbrados, pero afortunadamente no se llega nunca al nivel de terribles cromas de Wonder Woman.
Hablando de destrozos hechos por ordenador, el villano interpretado por Ciarán Hinds puede que sea aún más insulso que el de Thor: El Mundo Oscuro. Estéticamente a medio camino entre el Ares de Wonder Woman y el Incubus de Escuadrón Suicida. Steppenwolf nunca representa una verdadera amenaza ni infunde el mal rollo o respeto que debería. Ni siquiera acompañado de su ejército de parademonios (a efectos prácticos, masillas con alas) acojona un poco. Ahora bien, tengo muy claro que si me dan a escoger entre un monstruo CGI insulso o Jesse Eisenberg sobreactuando otra vez me quedo con lo primero de calle. El problema de este villano, y del film en general, es que da la sensación de que no sólo se ha querido rebajar el tono sino también las ambiciones. Y es una pena.
Nunca creí que Batman v Superman tuviera un problema de tono. Logan y la trilogía de El Caballero Oscuro están ahí para demostrar que se puede hacer cine de superhéroes con pretensiones sin necesidad de aburrir y taladrar al personal. Lo que necesitaban estos personajes era que alguien les insuflara vida, que pudiéramos empatizar con ellos y no parecieran unos cretinos egoístas. Lo que precisaba esa película era alguien competente a manos del guión que pudiera desarrollar como es debido todos los temas que quería tocar y que rara vez se trataban en este género. Todos estos temas quedan colgados en ésta, su secuela directa, y quien las vea seguidas se puede sentir estafado.
Seamos francos, Batman v Superman era un truño. Pero era un truño interesante. Liga de la Justicia no es un truño. Pero no es interesante. No deja poso. Dentro de unos años, todo el mundo recordará Batman v Superman como uno de los mayores desastres cinematográficos de la historia, pero la gente se olvidará de Liga de la Justicia a los pocos minutos de abandonar la sala. Y estamos hablando una cinta protagonizada por los superhéroes más conocidos —con permiso de Spider-Man— del mundo. Esto tendría que ser un melocotonazo y no lo es. Quizá tampoco fuera muy buena idea estrenarla cuando aún estamos todos flipándolo fuerte con Thor: Ragnarok.
La banda sonora de Danny Elfman pasa un poco sin pena ni gloria. Por una parte, se agradece enormemente el guiño de recuperar los temas clásicos de Batman y Superman en algunos momentos clave. Por otra, nunca le perdonaré que haya cambiado la guitarra eléctrica del de Wonder Woman por una versión orquestal que no mola ni la mitad. «Me cago en tu padre, Elfman. ¡Brasas, que eres un brasas! ¡Siempre con tus orquestas ahí de mierda! Que suena siempre igual todo lo que haces, ¡pesao! ¡Vuélvete a Oingo Boingo y deja de dar la turra ya!», le diría si me lo encontrase y mi inglés fuera más fluido.
En resumen, Liga de la Justicia consigue trasladar al emblemático grupo de superhéroes a la gran pantalla con éxito. Ahora sólo falta que les den una película que esté, de verdad, a su altura. Y sería un detalle que luego no la modificasen por completo a pocos meses del estreno. Personalmente puedo decir que tengo muchas ganas de que esto tire para adelante y de volver a ver a la Liga en el cine, pero no puedo dejar de lamentarme al observar cómo se ha simplificado la propuesta por el camino en pos de ofrecer un espectáculo mucho más palomitero pero menos interesante. ¿Entretiene? Sí, mucho. Parece ser que es lo único que se le pide.
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