El cineasta Justin Kurzel parece obsesionado con mostrarnos el lado más oscuro del alma humana, aquella donde anida la violencia y la muerte. Ya lo hizo en Los asesinos de Snowtown, recreación de una serie de crimenes ocurridos en Australia pero también en su versión tenebrosa de Macbeth y en su fallida adaptación del videojuego Assassin’s Creed. Así, las señas identidad de su cine se repiten en La verdadera historia de la banda de Kelly, crónica de las andanzas del célebre forajido que ya habían sido llevadas a la gran pantalla por Tony Richardson o Gregor Jordan. Basada en una novela homónima de Peter Carey, el guion de Shaun Gray da tanta importancia al periodo de formación del célebre delincuente como a sus fechorías más conocidas.
Quizá es la primera parte del filme la que resulta más interesante. Los responsables del filme quieren mostrarnos las razones que llevaron a Kelly a ser el mito que fue. Una familia disfuncional con una madre de fuerte carácter que fomentó en sus hijos el odio hacia las fuerzas británicas, una serie de figuras masculinas extremadamente violentas y un desolado hogar donde reina la suciedad física y moral son los elementos que explican cómo se moldeó el carácter del célebre forajido, un hombre que aparece presentado como un punk avant la lettre que se oponía a la autoridad y las normas establecidas.
Quizá el gran problema de La verdadera historia de la banda de Kelly resida en que sus gestas adultas resultan bastante menos atractivas y bastante más aburridas que su periodo de formación, a pesar del esfuerzo interpretativo de George MacKay, que encarna al delincuente como si fuera una suerte de joven Johnny Rotten, el líder de los Sex Pistols.
Kurzel se revela como un estupendo director de un reparto de campanillas, donde destacan los nombre de Russell Crowe y Charlie Hunnam, y destaca por el cuidado que pone a la hora de plasmar un paisaje desolado donde la mugre física es solamente un reflejo de la mezquindad y la locura de parte de los protagonistas. Lástima que el esteticismo hueco de algunos momentos y una cierta falta de fuerza a la hora de narrar los crímenes adultos de su personaje principal desluzcan este curioso wéstern a la australiana.