Todo lo que tenemos en este presente referido a la igualdad de derechos entre hombres y mujeres se lo debemos a luchadoras del pasado que cambiaron su futuro y el de otras muchas. Rebeldes que se opusieron a una sociedad caduca y miope a principios del siglo XX, pioneras de esta guerra que nunca dejaron de creer en si mismas y en sus aptitudes y deseos, aunque estos chocaran con la machista visión de algunos. Una de ellas es esta Antonia Brico, en La directora de orquesta, film holandés estrenado este fin de semana.
Este fénix de los ingenios o inocente muchacha que sueña despierta y en baños masculinos con ser directora de orquesta entrará en conflicto en un mundo exclusivo de hombres lleno de normas y etiquetas donde en teoría las mujeres no pintaban nada. Nuestra holandesa, en Estados Unidos, trabaja en lo que puede y le dejan para conseguir el dinero necesario para dar clases de música con su peor enemigo. El camino para llegar a su meta será espinoso y lleno de trampas en forma de férreos profesores alemanes, aristócratas cegatos que no ven el talento cuanto lo tienen delante o acosadores escondidos en matrimonios falsos. Muchos enemigos y pocos aliados en la lucha, solo un extraño presentador de actuaciones musicales o monólogos de dudosa reputación se convertirá en el único apoyo fiel. El encorsetado amigo enmudece sin micrófono y es incapaz de revelar su secreto o la mentira en la que ha convertido su vida. Este hombre con sentido y sensibilidad femeninas o una mujer con rostro de caballero sin espada se enfrenta a dragones que escupen acusaciones y prejuicios sin motivos, otra batalla o ¡historia contada en otra ocasión!
Las trincheras vacías en entreguerras vuelven a encender sus hogueras y las entrañas de las viejas castas desteñidas representadas por diferentes grupúsculos de señoras o músicos con complejo de superioridad se tambalean cuando una estrella con luz propia que no se detiene consigue que todos los ojos se posen en ella.
Antonia Brico triunfa y fracasa a partes iguales en salas de orquesta, auditorios varios o conservatorios de música con pruebas de acceso a la carta donde se forman grandes talentos aunque estos sean ovejas negras con un origen desconocido y unos padres sustitutos. Pasos adelante y atrás que resultan deprimentes y que no salvan ni el mejor manejo de batuta.
La directora María Peters consigue recrear en La directora de orquesta unos tiempos que ya hemos superado donde las mujeres recibían educaciones encaminadas a convertirlas en amas de casa y alejarlas de una vida laboral e independiente. Este es el aire irrespirable que sentimos en todo momento, con acciones agresivas por parte de los detractores de Antonia ¡las risas femeninas y ridículas en una mesa cualquiera ponen de mal humor a todos y nos invitan a darles la espalda!
El choque de realidades presentado en La directora de orquesta, con barrios marginales y lujosas mansiones, donde algunas se pasean descalzas sin vergüenza, es de lo mejorcito que hemos visto últimamente. También impresiona todo lo que ocurre entre bambalinas, los esqueletos de cada teatro por los que ella pasa y los ensayos, rápidos y por los que se pasean de puntillas ¡suficiente!
La música como acompañante no aburre ni se recrea en minutos de la basura, es la justa amenización que necesita este relato biográfico que tiene dos o tres giros interesantes que no esperamos.
El recuerdo de otras historias más mágicas, concebidas en la mente de Peter Pan o del Chazelle de La La Land con juegos de miradas finales que presagian nubes de tormenta en matrimonios concertados o arrepentimientos y perdones silenciosos declara intenciones evidentes de consejo ¡Tenemos que perseguir nuestros sueños pese a quien le pese y perdamos lo que perdamos por el camino! Un mantra que en mi persona es ley y una opción tan válida como la opuesta.