La comparación resulta inevitable. En tres meses hemos visto a dos de los genios de Pixar hacer su debut en el cine de acción real. Brad Bird (Ratatouille, Los Increibles) cumplió con creces en la efectiva pero impersonal Mission Impossible: Protocolo Fantasma. Buenas críticas y éxito de público aseguran a Bird un puesto en la élite de los directores hollywoodienses. John Carter está dirigida por Andrew Stanton, autor de Buscando a Nemo y Wall-E, hecho que le pone el listón a un nivel claramente insuperable pero que no hacía presagiar el desastre de John Carter, uno de los mayores descalabros artísticos y económicos que se recuerda en el mundo de los blockbusters. Las claves por las que John Carter es un despropósito parecen fruto de un desmesurado cúmulo de malas decisiones por las que uno no sabe por donde empezar. Empecemos.
John Carter es un veterano de la Guerra Civil Americana que se ve trasladado a Marte y está protagonizada por Taylor Kitsch. Supongo que tuvo que ser tarde cuando se dieron cuenta de que Kitsch, aparte de mal actor, es uno de los seres con menos carisma que se ha visto una pantalla de cine. Esta garrafal metedura de pata en el casting lastra toda la película y la condena totalmente pero es que además no es este el único error.
Uno esperaría por parte de un director como Stanton un espectáculo visual de primer nivel pero éste no se produce. Desde la fallida elección de Utah como escenario de la película hasta el caprichoso diseño de vestuario nada funciona. Nunca ves el planeta Marte, te preguntas por qué algunos personajes van semidesnudos y otros muy vestidos y con armaduras y toda la acción no pasa de estar pasáblemente ejecutada. Todo el diseño de producción nos suena a ya visto, mezclando en nuestra mente El Retorno del Jedi con Avatar, por poner dos ejemplos.
John Carter (la serie de novelas) ha sido fuente de inspiración para numerosas películas de aventuras y se considera el germen de muchas de ellas. Pero esto el público no tiene por qué saberlo y, aun así, conocer este hecho no debería hacernos ser menos condescendientes con la película. La historia es tal batiburrillo de nombres, razas y conflictos que uno nunca se aclara quiénes son los malos y qué es exactamente lo que quieren.
Ejemplo de cómo se pueden desperdiciar más de 300 millones de dólares, John Carter será estudiada en el futuro como el mejor ejemplo de como no saber vender una película en un mercado obsesionado con los cuadrantes demográficos. Pero a nosotros lo que nos interesa es el cine y las películas y, muy a nuestro pesar, John Carter no es de las buenas.