¡Ya estamos en verano! Una estación propicia para viajar y pasar las vacaciones en lugares paradisiacos, tal y como plantea Infierno azul. A ese carro se apunta Nancy, una Blake Lively aventurera que ha decidido cogerse unos días libres para pensar y meditar ciertas cuestiones a la vez que recordar uno de los sitios preferidos de su fallecida madre. México es el destino elegido y una secreta playa el marco perfecto para disfrutar de su deporte favorito, el surf. Alejada de todo y de todos, excepto un guía hispano que habla spanglish y unos surfistas con ganas de marcha, luchará contra los elementos y un visitante inesperado que desde las profundidades espera a nuevas presas a las que hincar los dientes. Como en el mundo del buceo, se desaconseja practicar el deporte sobre la tabla sin acompañante o cuando desaparezca la luz natural. Nancy desoye una de estas advertencias y el resultado es un enfrentamiento cara a cara con un gran tiburón blanco que no está dispuesto a darle ninguna tregua y que atacará a cualquiera que ose acercarse a él, borrachos ladrones de mochilas incluidos.
Infierno azul rememora viejas películas sobre escualos asesinos que solitariamente se han aproximado a las playas donde les esperan incautos bañistas esta vez en bikini y con conocimientos médicos. Nada que ver con las modernas propuestas de serie b sobre tiburones que viajan en tornados. El film del director catalán afincado en Estados Unidos, Jaume Collet- Serra se acerca más a los esquemas spielbergianos o de la mítica Creepshow 2 con mancha asesina en un lago ¡Y bien que lo agradecemos! Una historia de supervivencia sin Telecinco de por medio que se encuentra localizada lejos del mundanal ruido y a muchos kilómetros de distancia de una posible ayuda marina por mucho que se intente buscar con bengalas de aviso. Una lucha titánica entre una mujer y un monstruo resuelta bajo el mar junto a una boya de metal y un toque de atención sobre un problema que últimamente parece preocupar a todos. Ciertos depredadores han abandonado su hábitat natural, allá en el mar, perseguidos por el ser humano llegando hasta la costa y las playas atacando con violencia a cualquiera que se cruce en su camino.
El trato que recibe la protagonista durante todo el metraje no es muy agradable. Primero es mordida en la pierna, con una operación a lo bestia y sin anestesia sobre una roca, después nadie parece escuchar sus gritos, como diría Ridley Scott, y finalmente se enfrenta a su mortal enemigo en su terreno y con unas armas que parecen poco certeras. Entre medias encontramos el suspense de no saber en cada momento el paradero del animal y los momentos de los ataques, algunos muy sosos y predecibles que hacen que el climax de Infierno azul que no llega para nada a la excelencia.
Al Cesar lo que es del Cesar. Nuestro querido compatriota ha sabido manejar la cámara con gran pericia obsequiándonos con unos movimientos muy acertados y arriesgados, como aquel que nos permite seguir con la mirada los avances del tiburón alrededor de la roca en la que la joven se encuentra a salvo o esa cámara en primera persona que recoge todo lo que ve el enorme animal.
En Infierno azul destaca también su director de fotografía, Flavio Labiano quien construye unas vistas maravillosas de la playa e isla vecina a las que hay que sumar escenas como esa larga sombra en una ola presta al ataque, la práctica del surf con un mar que reta a los humanos a intentar dominarlo o el grupo de medusas por el que nada la surfista y que recuerdan acertadamente a otro film como La vida de Pi. Un efecto visual espectacular supervisado por Scott E. Anderson, famoso por películas como Terminator 2 o Yo, robot. Solo por estas cosas ya merece la pena pagar la entrada ¡La sensación de fresquito húmedo va de regalo!
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