Resulta inevitable realizar una comparación entre Zoe y una de las películas que triunfó el año pasado en este festival, Techo y comida. Ambas historias presentan una historia protagonizada por una madre soltera en una ciudad andaluza. Las consecuencias de la crisis (desahucio, desesperación, incomprensión…) están presentes. La característica principal de Zoe de Ander Duque es que centra la atención en la pequeña de cinco años hija de Gema.
Zoe es una película de un presupuesto y acabado formal ciertamente precario, sin que se entienda esto como algo negativo. La cámara de Ander Duque encuentra su lugar en los múltiples gestos de cariño entre madre e hija, acercándonos con la intención de lograr un naturalismo doloroso. Sin duda la interpretación de las dos actrices, Zoe Gavira y Rosalinda Galán, ayudan a este internamiento en una realidad claramente existente.
Pero Zoe es una película muy imperfecta que no logra ir más allá de sus buenas intenciones. Duque no se lanza al vacío a la hora de ofrecer un retrato más seco, algo más acorde a las condiciones de producción y la realización desnuda. El relato se estanca en muchos momentos con reiteraciones de situaciones que ya hemos visto y no alcanza a trascender la anécdota de lo que nos está contando. Aun así, la película de Ander Duque tiene valentía y riesgo, algo mucho más deseable que otras obras acomodaticias y complacientes.