Hacía tiempo que no se sentía un consenso tan extendido entre crítica y público en el Festival de Sitges sobre una película. Cierto es que llegaba en unas condiciones inmejorables, tras haber ganado el pasado festival de Venecia y haber cosechado una gran cantidad de críticas nacionales e internacionales halagadoras. Pero lo cierto es que Yorgos Lanthimos está impecable en Pobres criaturas, ha alcanzado el máximo grado de madurez cinematográfica, y ha construido la que seguramente sea la mejor película de toda su cinematografía, que recordemos está llena de grandes títulos como Canino, La favorita o Langosta.
Las dos analogías que todo el mundo está estableciendo con Pobres criaturas son tan distintas como ciertas. Por un lado se habla de una reinterpretación del mito de Frankenstein, con Godwin Baxter (Willem Dafoe) en el papel de Doctor Frankenstein y Bella Baxter (Emma Stone) en el papel de monstruo. Bella nace en unas circunstancias parecidas al clásico de Mary Shelley, en este caso el doctor Baxter revive a una mujer que se precipitó por un puente trasplantando el cerebro de la hija que tenía en su vientre. En cierto modo se trata de un personaje mucho más retorcido, una madre con el cerebro de su hija, que tiene que aprender desde cero todo el mundo que le rodea. Es aquí donde la creatividad de Lanthimos está más presente, en la creación de un universo estético único, en apariencia al desarrollado en muchas películas de Terry Gilliam y con una personalidad que no tiene nada que envidiar a los mundos del mejor Tim Burton. Pero no solo el apartado estético de la película está en estado de gracia sino sobre todo la interpretación de sus actores. Todo el mundo va a destacar lo impecable que está Emma Stone en está película hasta el punto de ser la candidata principal a los próximos Oscar. Pero cabe destacar el trabajo de Willem Dafoe (en un personaje que parece escrito a su medida) y sobre todo un Mark Ruffalo en la que es seguramente su mejor interpretación hasta la fecha.
La segunda comparación que todo el mundo está estableciendo de la película es con Barbie. Y no solo porque las dos sean las principales candidatas a los Oscar sino que ambas tienen un desarrollo narrativo muy parecido. Barbie y Bella abandonan el mundo en el que han sido encerradas para descubrirse a sí mismas a través de la exploración e interacción con diferentes lugares y personajes. Ambas tienen una lectura de empoderamiento femenino en clave de comedia y pese a ser muy distintas tienen un desenlace muy familiar. Poor Things ha sabido arriesgar y apostar por una propuesta radical pero que encaja muy bien dentro del circuito de Hollywood. La duda queda en que podría haber sido de esta película si Lanthimos hubiese dado rienda suelta a la locura y macarrería de sus primeros trabajos como Canino o Alps. Puede que ni siquiera hubiese sido un mejor film. Lo que está claro es que Pobres criaturas es una película como la copa de un pino y la consagración de lo que es y promete ser uno de los directores más influyentes de los próximos años.