Días después de su proyección, Un efecto óptico sigue habiendo dejado tocado a buena parte de los que pudieron verla. Una película que sin ser excesivamente dura en lo dramático deja una sensación de tremendo desasosiego en el espectador. Ya lo dijo el propio Juan Cavestany al presentar la película: “primero de todo os pido perdón por lo que vais a ver”. Y es que Un efecto óptico abandona el lado más humorístico de las obras del director de Esa sensación, Vota a Juan o Vergüenza para mostrarnos las penas y dramas de la condición humana. Si Charlie Kaufman hubiese nacido en España seguramente habría hecho películas muy parecidas a las que nos regala Cavestany. Son muchos los paralelismos que pueden hacerse con su última película I’m Thinking Of Ending Things, ya que ambas rompen con la secuencialidad narrativa convencional a través de bucles, rimas y paradojas visuales. En los dos casos con un mismo objetivo: mostrarnos el desgaste de una relación de pareja.
Pepón Nieto y Carmen Machi interpretan a una pareja que lleva varios años casados y que para romper con la rutina deciden abandonar su ciudad de Burgos para adentrarse en la aventura de conocer Nueva York. Pero cuando dejan el avión no parecen haber abandonado España y la película empieza a mandarnos serias contradicciones. Aunque es obvio que los protagonistas no están en Nueva York, en las fotos que se hacen salen los monumentos y paisajes míticos de la gran manzana. La pareja deambula pérdida, desganada y obligados a avanzar para que la película progrese. Mientras duermen una de las noches se les aparece su hija advirtiéndoles que están dentro de una película. Algo que poco a poco van entendiendo con la aparición de bucles y repeticiones absurdas que les mantienen atrapados en una linea temporal eterna.
Un efecto óptico no es ningún capricho metalingüístico de Cavestany, es un uso literal del propio lenguaje cinematográfico para reflexionar sobre los problemas anodinos que ignoramos porque no tenemos más remedio que seguir avanzando. Por esa razón cuando tanto los protagonistas como el espectador se dan cuenta de ello, no pueden evitar sonreír de la forma más agridulce posible.
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