Dogs Don’t Wear Pants abre la puerta a la exploración desde nuevos puntos de vista a algo tan machacado en el cine como es el amor y las relaciones entre las personas. Juha, el protagonista del film, es un cardiólogo que lleva varios años intentando superar la trágica muerte de su mujer mientras se encarga de criar a su hija adolescente. Su vida monótona se ve interrumpida cuando tiene un encuentro azaroso con una dominatrix. Algo despierta en él, una necesidad de explorar nuevas formas de placer que le acercan al recuerdo de su mujer fallecida.
La aproximación a los sentimientos y sensaciones que vive el protagonista al inicio del film es muy frío, nada sorprendente teniendo en cuenta que el país de origen de la obra es Finlandia. Pero la película muta desde un aparente tono serio a un humor negro que acaba tiñendo cada escena hasta el final. Algo entendido por muchos como un problema pero que a mi parecer es su mayor virtud. Película y protagonista evolucionan de la mano soltandose y liberándose hasta el punto de no tomarse en serio a sí mismos y llegar a lo autoparódico y lo surrealista como reconocimiento de uno mismo. Juha y Dogs Don’t Wear Pants descubren al final de la película lo que son y lo aceptan.
Juha tiene su contrapunto y confidente en el personaje de la Dominatrix de la que se “enamora”. Personaje sumamente interesante y que no acaba de desarrollarse lo suficiente. Es tan intrigante que un médico padre de familia acabe fascinado por el BDSM como lo es que una Dominatrix acabe sintiendo una atracción especial por uno de sus clientes. En este sentido uno se queda con el sabor agridulce de no haber conseguido explorar lo suficiente una relación llena de matices que quedan solamente apuntados. Aun así nadie puede negar el ingenio y la atracción de Dogs Don’t Wear Pants, una película que bajo su humor negro descontrolado oculta sentimientos extraños pero muy humanos.