Tras dos obras densas como Viaje a Sils Maria y Personal Shopper en las que el director galo Olivier Assayas profundizaba en la cuestión de las identidades personales y las relaciones de interdependencia sociales, regresa con Dobles Vidas (Non Fiction) una sorprendente obra ligera, divertida, aunque, como no podía ser menos, trasciende sus ideas hacia algo mucho más ambicioso. En concreto, el porqué de esta era tecnológica y como afecta a la cultura, concretamente al campo de la edición literaria y, por extensión, a la literatura. Y, de vuelta a sus anteriores obras, cómo ésta afecta a nuestras relaciones personales.
Sin entrar demasiado en materia, podemos decir que Non Fiction o Doubles Vies (Dobles vidas) trata, precisamente, de cómo el devenir de nuestra historia convierte nuestras vidas en varias posibles: dos parejas y sus respectivas infidelidades en el marco de la empresa editorial y cómo afecta a su negocio el paso del papel al código binario. Que sus eternos charloteos, que podrán sacar de quicio al más alérgico a estas formas tan de autor francés y que recuerdan a un Eric Rohmer en buena forma y un poco más ligero, se debatan en temas tan coyunturales como la supuesta ‘pureza’ del que elige leer en soporte clásico frente a la ligereza o frivolidad del que atesora millares de ejemplares en un cuadrado de plástico con pantalla táctil no encorseta a la película, ni mucho menos.
Y esto lo consigue Assayas gracias a un jugoso juego de ficciones y no ficciones (con una mención absolutamente memorable a Juliette Binoche) con un vestido de vodevil y réplicas mordaces, convirtiendo esta Dobles Vidas en la película que ya nunca hará Woody Allen. Quién le iba a decir a Assayas que, a la postre, se iba a sentir tan cómodo en estos parametros. Una estupenda manera de inaugurar un Festival de Cine Europeo cuya programación suele estar salpicada de tragedias tremendistas.
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