El principal problema de una película como El camino más largo para volver a casa es que parece más de lo que realmente es. Todas las claves del cine de autor independiente están ahí: el tono desvaído, la morosidad narrativa, el simbolismo… Todo buenas intenciones y deberes bien aprendidos.
Joel se deja las llaves dentro de su casa mientras sale para llevar a su perro moribundo al veterinario. El camino más largo para volver a casa nos narrará su odisea para conseguir las llaves de repuesto que nadie parece tener: su familia y algunos amigos intentarán hacer entrar en razón a Joel mientras su perro sufre mil y un suplicios.
La muy estimable interpretación casi en solitario de Borja Espinosa consigue hacer de El camino más largo para volver a casa una propuesta que consigue superar sus propias limitaciones por los pelos. A los momentos de enorme interés por su suspense dramático se suceden demasiados tiempos muertos que te hacen desconectar. Además, hay una cierta inconsistencia en la puesta en escena y el trabajo de cámara que va de lo esteticista a lo documental sin que ninguna de las opciones se imponga.
El camino más largo para volver a casa quiere ser demasiadas cosas, plantear demasiadas ideas que se ven en pantalla pero que a duras penas llegan a los ojos y oídos del espectador. Disfrutable durante su visionado es de estas películas que no vivirán en la memoria a pesar de sus evidentes pero insuficientes virtudes.
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