Benedetta (Paul Verhoeven) PERLAS ⭐️⭐️⭐️⭐️
En los años 70, el cine softcore europeo se volvió loco con una nueva tendencia que cambiaba los lujuriosos vestidos por las sotanas y los escotes pronunciados por los padrenuestros: había nacido la nunsploitation. Películas como Cartas de amor a una monja portuguesa o Satánico Pandemónium mostraban todo tipo de intercambios lúdicos (y lúbricos) entre monjas de conventos que aprovechaban el voto de silencio para dejar volar la imaginación.
Paul Verhoeven, posiblemente el director más perverso en activo, homenajea en Benedetta este cine de monjas lésbicas, desnudos impúdicos y diablos en la carne, pero sabe darle una vuelta para convertirlo en una película descaradamente actual (incluyendo las fake news de hace ya dos siglos). En manos de otro director y otro cast que no hubiera encontrado el tono perfecto, Benedetta podría haber subido dos puntos de locura en un medidor que está en su punto perfecto: ni muy bajo para ser una producción blandurria ni muy alto para ser una mamarrachada imposible.
Verhoeven no se toma la película en serio, pero esta sí funciona dentro de sus propios códigos: la virgen-dildo, el cometa o las visiones de Jesús como héroe de acción son algunos de los conceptos más originales y significativos del año. Pero, por supuesto, la famosa «polémica» (que en 2021 no lo es tanto) viene de las escenas de sexo lésbico entre monjas, una provocación absolutamente medida y meditada que no llega al softcore de canal local de madrugada gracias al buen hacer de Verhoeven (que a estas alturas debería estar fuera de toda duda) y su capacidad para ser un enfant terrible sin caer fuera de lo socialmente aceptable.
Que Benedetta se inventara las visiones o no es lo de menos, y ni siquiera creo que a la propia película le importe. Lo importante es hablar de la reacción a lo diferente, del ascenso al poder injustificado, del límite del amor, de las mentiras que nos creemos nosotros mismos a base de repetírnoslas y del absurdo monstruoso que siempre ha sido (y sigue siendo) la religión. Una maravilla de este año que no pasará desapercibida.
Un amor intranquilo (Joachim Lafosse) PERLAS⭐️⭐️⭐️⭐️
No es fácil hacer buenas películas sobre la salud mental. Es un tema que coger con pinzas, en el que hay que tener mucho cuidado para no culpabilizar a la víctima, en el que los matices lo son todo. Por eso me ha sorprendido tanto Un amor intranquilo, que se aleja de las feel good movies sobre el tema que se han hecho últimamente para mostrar una obra repleta de dolor, reproches, desconfianza y, bueno, intranquilidad, en la que la víctima no es solo la persona con la enfermedad, sino que, como un virus, se extiende a todos los que le rodean.
Joachim Lafosse es capaz de dejar en shock al más pintado con el retrato de la bipolaridad de Damien y la necesidad de las pastillas y la ayuda médica para seguir adelante. Pero no se queda con la espectacularidad de los gritos, las carreras a toda velocidad y las extravagancias del personaje: nada de esto tendría ningún sentido sin la presencia de Leila, su abnegada esposa, que después de un ataque bipolar en el que Damien se niega a tomar su medicación no puede volver a verle no ya como un hombre, sino como una persona válida. Tiene un límite, como en fondo sabemos que todos nosotros tenemos: solo puedo llegar hasta este punto. A partir de aquí, te las arreglas solo.
Lafosse se acerca al agujero negro de las relaciones rotas poco a poco, para que nadie se vea venir la debacle, y hace sufrir mostrando cómo la culpa pasa de un miembro de la pareja a otro por culpa de la desconfianza y el desamor, cayendo en una de las suposiciones más ingratas que le pueden pasar a alguien con problemas mentales: estás enfermo, así que no sirves para trabajar, para comer, para cuidar a tu hijo, para amar, para nada. El plano final es descorazonador: cualquier espectador puede imaginar qué es lo que va a pasar después y durante el resto de la vida de los dos.
Un amor intranquilo es una maravilla sobre las relaciones disfuncionales y las enfermedades mentales que muestra que el cuidado y la responsabilidad del narrador no está reñido con la tragedia y la espectacularidad narrativa. Un drama psicológico que empieza como una comedia y acaba como una película de terror en la que no nos queda otra que empatizar un poco con todo el mundo. Estupenda.
Las vacaciones de Hilda (Agustín Banchero) NUEVOS DIRECTORES⭐️⭐️⭐️
Pocas veces vemos una película que exija un segundo visionado para entenderla completamente. Las Vacaciones de Hilda, una estupenda ópera prima filmada por Agustín Banchero, empieza siendo el testimonio de la soledad de una señora de mediana edad que trata de poner su vida en orden antes del reencuentro con su hijo, pero termina siendo un viaje al pasado que pone en perspectiva toda la primera mitad.
Los gestos de Hilda, los diálogos secos, su hieratismo y hasta las humedades de su techo vuelven a verse de otra manera al entender los paralelismos y los porqués en un verano plagado de últimas experiencias, que la han convertido en la mujer que es hoy en día. Sí, se habla mucho de la fascinación por las primeras veces (los primeros veranos, los primeros amores, la primera vez), pero… ¿Qué pasa cuando sabes que posiblemente es la última vez que estés disfrutando de esa manera? La melancolía del goce, la desesperanza de la traición y la añoranza del presente cuando aún no se ha ido marcan una película que se aleja de las que se suelen contar en esta sección del Zinemaldi.
Las vacaciones de Hilda es una estupenda película a nivel técnico y artístico, un rompecabezas que merece la pena ver una y otra vez, aunque por momentos cae un poco en la repetición y en decisiones algo confusas y aleatorias de su protagonista. Necesita de un espectador paciente que quiera verse recompensado, pero si lo consigue, no podrá despegar la vista de este drama en, literalmente, dos tiempos.
1 comment