Arranca la vigésimosexta edición del Festival de Málaga, ya sin sus apellidos (durante mucho tiempo «cine español», brevemente «cine en español») para ofrecer una panorámica de los cines posibles en el panorama español y latinoamericano, desde comedias para todos los públicos con vocación comercial a dramas sociales con formas experimentales (las menos). El certamen arrancó el viernes 10 de marzo con la proyección de Alguien que cuide de mí, y continúa hoy con los estrenos del drama gallego Matria y la tragicomedia romántica ambientada en el mismo festival que nos ocupa, Tregua(s).
Alguien que cuide de mí (Elvira Lindo, Daniela Fréjerman)
Alguien que cuide de mí presenta a tres generaciones de actrices, hija (Aura Garrido), madre (Emma Suárez) y abuela (Magüi Mira), que ven cómo sus carreras se han desarrollado en paralelo a sus vidas, con altibajos e inestabilidad, como bien corresponde al mundo del artista. Entre ellas fluyen los reproches y las peculiares muestras de cariños, los amores en apariencia contradictorios y las vidas más allá de las preocupaciones de los meros mortales.
El debut en la dirección de Elvira Lindo, acompañada de la veterana Daniel Féjerman, ofrece un fresco desigual sobre el mundo de la actuación, la fama y la familia. Demasiado complaciente y con un reparto a veces demasiado encantado de conocerse, propone alguna que otra pincelada interesante sobre las vidas dentro del mundo del artisteo, pero navega por una trama que no llega a concretar sus intenciones, aunque su guion se empeñe en verbalizarlo. En poco ayuda una realización demasiado plana, solamente pendiente de captar el gesto justo de sus estupendas actrices que han brillado con más altura en otras ocasiones.
Matria (Álvaro Gago)
Ramona, una mujer gallega interpretada por María Vázquez, vive en un continuo estado de infelicidad provocado por una situación familiar insoportable y un estado laboral precario. En su rutina parece no haber salida, nada ni nadie le ayuda a escapar de su continuo estado de desesperación, y solo un volantazo a su existencia le sacará de ese bucle.
El debut de Álvaro Gago se enmarca en el grupo de películas sociales bienintencionadas con personaje fuerte (todo un caramelo para María Vázquez que sale bien parada de la propuesta). Sin embargo, la construcción del relato está por desgracia repleta de demasiados lugares comunes en lo que parece un primer borrador del guion que habría necesitado despojarse de estos lastres. Demasiado transparente en sus intenciones, Matria parece haber echado el resto en la composición de su protagonista, abandonando al resto de secundarios a meros comparsas sin desarrollo (la pareja y la amiga de Ramona como principales escollos). Por otra parte, la puesta en escena de Gago se limita a seguir a Ramona con una cámara nerviosa que bien puede recordar al cine de los Dardenne y su ánimo documental, pero sin llegar a la complejidad del cine de los belgas.
Tregua(s) (Mario Hernández)
Tregua(s) propone un ambicioso retrato de una pareja de amantes cuya intermitente relación supone una pausa en sus respectivas vidas. Los más que solventes Salva Reina y Bruna Cusí interpretan a un guionista y una actriz, respectivamente, cuyo encuentro en el marco de un festival de cine (el de Málaga) hará que reflexionen sobre sus profesiones, sus aspiraciones personales, llegando a filosofar conforme la noche avance y el efecto del alcohol haga mella.
El debut en el largometraje del realizador y guionista Mario Hernández es ciertamente ambicioso en sus intenciones temáticas, como suele ocurrir en las películas donde el diálogo y los enfrentamientos verbales se sitúan en primer plano. Reina y Cusí defiende con soltura sus personajes, aunque en ciertos momentos se enfrenten a alguna que otra línea forzada, y dan cuerpo y personalidad a dos personajes que ganan en carisma conforme suceden los minutos. Hernández se muestra igualmente diestro en el terreno de la imagen al proponer soluciones visuales imaginativas (la escena inicial con un espejo como protagonista, el uso de los planos generales), que aun así no logra que Tregua(s) caiga en reiteraciones temáticas que hacen que sus 90 minutos pesen en algún momento.