Eat my shit era una chiquillada de mal gusto, un intento por parte de Eduardo Casanova de hacerse valer en el mundo del cine llamando la atención con un contenido tan escatológico como vacío. Ahora, el joven figurante de Aída presenta Pieles en el Festival y todos pensábamos que iba a continuar la mediocre estela de la pieza originaria. Bueno, sea como fuere, Casanova no ha dejado indiferente a nadie, y lo cierto es que a mí me ha dejado un tanto confuso.
Ante todo, Eduardo Casanova sabe que quiere y cómo lo quiere. Su estética se vale de lo kitsch, de autores como Almodóvar, y aunque su estilo no resulta del todo original ni refinado, es suficiente como para apreciar una cierta voluntad artística a considerar. En este caso, el color y la decoración, asociado históricamente a lo bonito, contrasta con la fealdad de los personajes, que a partir de gran angulares y planos máster quedan alienados dentro de un espacio opresor. Casanova, en ese sentido, ha demostrado conocer los entresijos del cine, y eso hay que apreciarlo.
Sin embargo, no puedo evitar dejar de pensar en las distintas tesituras que suponen el tratamiento que recibe la temática escogida. Pieles surge como contestación a una sociedad superficial y exclusiva, pero no hay una intención provocativa o excesivamente crítica, al menos eso afirma su director. Eat my shit era innecesariamente grosera, pero Pieles es más contenida, lo cual indica un proceso de reflexión. Esto es bueno, porque si su motivo fuera realmente provocar, ser escatológico sería la peor arma que podría utilizarse. El guión de la película es típico y predecible, con un conjunto de historias paralelas bastante pobre en estructura y diálogos. Las acciones de los personajes bailan entre el drama manido y la comedia barata, y lo explícito que resulta la cinta, por muy contenida que esté, roza la falta de sensibilidad. Provocar al respetable con un contenido tan poco labrado sería una maniobra poco imaginativa. Volviendo a Demonios tus ojos y Funny games, la gracia de su desafío a la sociedad no es alimentar su morbo, sino reírte de ellos al privarles el circo que supuestamente quieres ofrecer.
Pieles peca de poco sutil, y su esfuerzo por herir la sensibilidad del espectador me confunde, pues no se si pretende provocar, si es parte del estilo de su director, o si es otra vez una llamada de atención a partir de un truco barato, así que prefiero otorgarle el beneficio de la duda. De todos modos, se aprecia una intención artística y una motivación por hacer algo distinto y, teniendo en cuenta algunos de los despropósitos de este festival, es un soplo de aire fresco.
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