Tengo la sensación de que Mutafukaz no es fruto de nuestro tiempo. Un sólo vistazo a su animación y de repente me veo en 2005, cuando los canis conducían coches baratos con pegatinas de «El niño» y en las revistas te venían esas encantadoras páginas de politonos y emoticonos para el móvil. Nada más lejos de la realidad, esta es sólo una apreciación sentimental y personal, pero lo que sí hay que reconocer es que Mutafukaz entra por los ojos.
Mutafukaz es una mezcla tan peculiar como sinérgica: su estilo visual auna el cartoon occidental y el arte de los Grand Theft Auto clásicos, como San Andreas o Vice City. Este es un estilo tópico ligado a la América suburbial dirigida por bandas criminales latinas y afroamericanas, donde sólo se sobrevive siendo el fuerte o el cobarde. Es una visión deformada y satírica de la realidad, ciertamente, pero ayuda a enmarcar la clásica historia del mindundi anónimo que, casi por obligación, se convierte en héroe. Nada nuevo bajo el sol, ni siquiera la estructura del guión se aleja del canon. Sus personajes son arquetipos simples, algunas situaciones y giros se llevan de forma brusca, y ese narrador en primera persona del comienzo no hace sino repetir lo que ya se nos muestra en imágenes.
Y, sin embargo, funciona, porque cuando te cuentan que los malos son «los machos» o cuando te encuentras al jefe de una banda que recita a Shakespeare por cada bala que dispara, te das cuenta de que la película va a lo suyo. Mutafukaz ni es lo más sutil del mundo ni va a revelarte los misterios del universo porque no quiere que te tomes en serio las chorradas que te cuenta. Sus referentes vienen del cómic y el cartoon, de los videojuegos que piden rescatar al presidente de unos ninjas… Mutafukaz es volver a mi 2005, a esas revistas con emoticonos para el móvil, y no es necesariamente malo; sencillamente, no es su estilo.
No obstante, esto no es un permiso barato para descuidar el trabajo. El film es resultado de la colaboración de Ankama (Francia) y Studio 4ºC (Japón) y sus responsables han sabido coger lo mejor de cada mundo: Occidente aporta su estilo visual y Japón su característica animación estilizada. Cada movimiento de los personajes revela ese híbrido resultante de manera evidente, pero también se ve en la forma de llevar algunas conversaciones, en la sensibilidad de lo cotidiano de ciertos instantes, en el diseño de algunos personajes o en esas referencias a Akira, Neon Genesis Evangelion o el estilo de ONE que, aunque mínimas, enriquecen el conjunto. Si a todo ello le añadimos una maravillosa selección de temas musicales urbanos, desde lo latino hasta la electrónica, el resultado es una obra rica, carismática y enérgica.