Fancine 2017: HOW TO TALK TO GIRLS AT PARTIES, leave them kids alone

Para variar, soy un hereje. No he leído nada de Neil Gaiman y, aunque conozca su importancia dentro de la ciencia ficción, nunca me he atrevido a acercarme a su obra. Así que, una vez más, tendréis que juzgar ustedes si eso es un punto en contra o a favor. Sea como fuere, es lo que hay: esta es mi opinión sobre How to talk to girls at parties.

How to talk to girls at parties

How to talk to girls at parties comienza como un videoclip. Los primeros compases te acercan a su ritmo y te introducen en su ambiente con mano experta. Como la reciente Sing Street, John Cameron Mitchell nos presenta una obra de aires nostálgicos divertida y «macarra», donde el variopinto popurrí de temas de los ochentas da paso al punk antisistema. A pesar de la nacionalidad británica del film, la presencia de la contracultura se aborda de manera tópica y romántica, y salvo contadas ocasiones donde se discute, con apenas una mera mención, a alguna de las contradicciones de esta cultura urbana, apenas se rasca la superficie.

Sin embargo, el punk en esta película no es tanto el eje central como sí un catalizador. How to talk to girls at parties viene a hablarnos de la adolescencia como un periodo de rabia y rebelión, de ahí la filia del protagonista hacia la anarquía. Consecuentemente, dicha furia se plasma en las relaciones paterno-filiales, el gran punto temático de la película. La película pretende reflexionar sobre el control de los padres y como estos, de un modo u otro, pretenden realizarse a través de sus hijos, todo ello expresado a través de metáforas bastante evidentes sin llegar a ser explícitas. Sin embargo, esa relación con la furia punk se aborda de una forma tan lateral que muchas veces uno llega a preguntarse si realmente Cameron Mitchell buscaba mostrarlo así o si es fruto de nuestra imaginación.

How to talk to girls at parties

A pesar de todo, la cinta sabe donde quiere ir a parar. Es una moraleja bien construida a nivel literario, mas a nivel narrativo, Cameron Mitchell se despista con el ritmo y a mitad de la obra se atasca y ralentiza. Esto afecta al drama que presenta: en esta comedia, el estadounidense administra las dosis amargas con desacierto por culpa de una mala gestión de los tiempos, sobre todo en el último tercio, cuando la obra se pone más trascendental y, en consecuencia, más tediosa, ya que desde luego no es su tono. Los intentos por recupear el buen tempo y el humor no llegan a buen puerto y, así, la conclusión final del conflicto, teóricamente bien construida, se desarrolla de forma aburrida y valiéndose de un alivio cómico de fondo que no consigue levantar el vuelo del conjunto.

How to talk to girls at parties es divertida y carismática, y su simpatía dificulta llegar a una conclusión clara. Desde luego, es innegable que su humor convence, pero también es ineludible la sensación de que la película obvia muchos detalles importantes del original o los aborda superficialmente. John Cameron Mitchell se ha distraído y es una pena porque podría haber llegado a más, sin duda.

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