¿Cual es el vínculo que une a las tres mujeres protagonistas de Eternité? La respuesta es muy sencilla, el de la sangre, ya que ambas comparten el mismo árbol genealógico. Todas fueron hijas, madres y dos de ellas serán viudas y abuelas a finales del siglo XIX y principios del XX. Pertenecen a familias numerosas con valores muy tradicionales como la fidelidad, la virginidad antes del matrimonio y el sexo siempre orientado hacía la procreación. A las tres les suceden desgracias y la pérdida de alguno de sus seres queridos en forma de muerte por enfermedad, meningitis, por accidente, en el mar u otras, como por ejemplo el ingreso de una hija como novicia en un convento. Son avatares de la vida que aceptan resignadas.
Tran Anh Hung, el director y guionista de origen vietnamita, pinta en esta película dramática un oleo cada vez que tiene una oportunidad con una iluminación y temática muy francesa e impresionista, con escenas que recuerdan al mejor Renoir, Degás o Sorolla, un retrato de usos y costumbres de la clase burguesa acomodada de finales del XIX en Francia. La familia es el bien más preciado y debe ser cuidado, amado o también recordado cuando algún componente de la misma se marcha, aquí a manera de flashbacks. Eso lo saben bien Mathilde que conoció a su marido cuando eran niños y jugaban juntos, un Grandes Esperanzas de Charles Dickens en potencia, Gabrielle que se acuerda de su especial noche de bodas o Valentine que felizmente rememora los mejores momentos que compartió con Jules, su marido.
Eternité peca de ser un tanto repetitiva, continuos nacimientos y fallecimientos con funerales y velatorios de por medio y algo lenta ya que se le da mayor importancia a la belleza visual, representada a las mil maravillas con las manifestaciones de amor y cariño que demuestran los protagonistas y muchísima menor importancia a la acción o al diálogo. A veces sustituido con gran intención por la voz narradora de la esposa del director. La religión católica siempre está ahí, iglesias donde el sacramento del matrimonio y del bautismo es ensalzado a más no poder, conventos con nuevos ingresos o conservadores hogares, testigos de clásicas fotografías y elegantes pedidas de mano. La belleza de la fotografía de Ping Bin Lee con brillantes colores y contrastes de blancos y negros rivaliza con la música a piano que se escucha en los interiores o los conciertos a guitarra al aire libre junto al río.
Eternité es una soleada poesía a lo Terrence Malick con continua amenaza de tormenta. Una cámara lenta que alarga los momento beso y caricia y un juego con niños y adultos que comparten espacio y tiempo. La tristeza de comprobar que a veces la vida y la muerte unen sus caminos, la alegría de haberlas sentido y llorado con lagrimas amargas o haberlas disfrutado con honda pasión aprovechando cada uno de los momentos brindados con los suyos.
Sentido y sensibilidad tiene una dura competencia con esta película. En el 2016 toca romance europeo mezclado con belleza formal asiática, una bonita, elegante y distinguida puesta en escena que deja en buen lugar a la novela de Alice Ferney, L’Elegance des veuves.