El viento se levanta cierra una etapa cinematográfica en la que se conjugan la imaginación, el espectáculo y lo onírico de una forma única y especial. Hayao Miyazaki no volverá a realizar más películas, pero se marcha dejando un legado formado por un gran número de películas fieles a su maravilloso estilo; y por uno de los estudios de animación más importantes del planeta, el Studio Ghibli.
Si existe una característica capaz de resumir el contenido y estilo de las películas de este cineasta nipón es la fantasía. Una fantasía que parte de la creación de mundos inigualables, seres que pueden resultar tanto estrambóticos como bellos o entrañables, y sobre todo de aventuras épicas llenas de emocionante delirio. Cuando el espectador acaba de ver El viento se levanta no puede evitar preguntarse dónde está la fantasía propia de Miyazaki. La respuesta más fácil a esta pregunta se encuentra en los 73 años de edad del pero reducir el estilo de la película al simple hecho de que Miyazaki se ha hecho mayor, resulta superfluo. Es evidente que el espectáculo fantástico de una película como El viaje de Chihiro o de La princesa Mononoke no es el mismo espectáculo que el mostrado en El viento se levanta. En el film no existen los mundos inigualables, los seres estrambóticos o las aventuras épicas; pero existe y sigue presente probablemente uno de los elementos más importantes de la fantasía de Miyazaki: el sueño.
El viento se levanta narra la historia de superación de Jiro, que ante la imposibilidad de conducir aviones a causa de sus problemas de vista, decide ser diseñador aeronáutico. La película acaba convirtiéndose en un completo biopic del personaje, desde su infancia, pasando por su etapa en la universidad hasta convertirse en uno de los diseñadores aeronáuticos más prestigiosos del planeta. Pero lo realmente interesante del film es el recorrido paralelo y en segunda línea que se hace de la historia de Japón: mostrando el terremoto de Kento, la Gran Depresión, la tuberculosis o la Segunda Guerra Mundial.
Al tratarse de una historia con un gran vínculo con la realidad las dosis de fantasía llegan a cuentagotas y sobre todo a través de los sueños. Sueños en los que el protagonista vive experiencias que marcarán el rumbo de su vida. Pese a ello, el mundo onírico también estará presente en los magistrales aviones, capaces de realizar piruetas imposibles, y en determinados momentos del film (como en el terremoto de Kento) donde aflora el estilo más auténticamente Miyazaki.
El viento se levanta es ante todo una animación para adultos que a través del retrato hermoso de situaciones, paisajes y personajes deslumbra al espectador gracias a la poesía que emana de cada uno de sus hermosos trazos y colores. Durante los primeros cinco minutos del film no se produce ninguna palabra, pero el bello estilo del cineasta japonés es suficiente para causar la admiración del espectador.
Probablemente El viento se levanta no sea ni una obra maestra ni tampoco la mejor película de Hayao Miyazaki, pero es sin duda un film hermoso que cierra notablemente una magistral etapa. Quizás la ausencia de fantasía sea uno de los elementos más criticables, pero puede considerarse a su vez como un último reto: la creación de un film realista pero a su vez mágico.
El final de la película hace entender al espectador que la historia de superación de la película no deja de tener un punto autobiográfico con Miyazaki. De hecho en la última escena puede descifrarse una hermosa metáfora. En un sueño Jiro se despide de su amada, que simboliza en ese momento la carrera y películas de Miyazaki. Su amada, antes de desvanecerse le grita: “¡Sigue viviendo!”. Frase que puede interpretarse como la pervivencia e impacto que sigue y seguirá teniendo este director y cada una de sus películas. Finalmente Jiro, como portavoz de Miyazaki, se despide con una palabra: “Gracias”. Un agradecimiento no solamente dirigido al espectador, sino a cada una de sus obras con las que ha disfrutado, se ha emocionado y, sobre todo, ha soñado.
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