El siempre inquieto Marco Bellocchio se ha convertido en un verdadero analista de la sociedad italiana, tanto del presente como del pasado. Además de sus habituales preocupaciones, como la política y la religión, el cineasta ha abordado hechos más concretos que han marcado la historia de su país, como el ascenso del fascista Benito Mussolini, que trató en la prestigiosa Vincere, o el asesinato y secuestro del político Aldo Moro por parte de las Brigadas Rojas en la menos conocida Buenos días, noche. La caída de la Cosa Nostra, nombre con el que se conoció a la mafia en la bota de Europa, parecía un acontecimiento lo suficientemente importante como para fijar la atención del firmante de Las manos en los bolsillos. El traidor aborda aquel suceso que llenó las páginas de los informativos y periódicos desde finales de los ochenta, aunque haciéndolo desde el punto de vista de la persona que desencadenó la caída en desgracia de la organización criminal: Tommaso Buscetta.
Bellocchio nos presenta a un hombre en la encrucijada que tiene que decidir entre la organización a la que juró lealtad y la mera integridad física de su familia y de él mismo. Escoge lo segundo, aunque quizá su mayor miedo sea terminar asesinado, como todos aquellos a los que mató.
El cineasta italiano realiza un perfil de un tipo contradictorio que pretendió alejarse de la organización mafiosa de la que formó parte cuando intuyó que se desmoronaría por las luchas internas que desembocarían en sangrientos asesinatos. No obstante, no decidió marcharse de ella, sino que prefirió exiliarse en tierras brasileñas trasladando allí sus prácticas ilícitas.
El traidor nos dibuja a un hombre carismático y seguro de sí mismo que se autoengañó durante mucho tiempo creyendo que la organización a la que pertenecía tenía fines benéficos, aunque realmente lo único que perseguía es el enriquecimiento de los implicados a costa de la droga y los negocios sucios. De hecho, él no dudó en participar en los hechos más sangrientos, aunque pretendiera redimirse de ellos con una confesión que buscaba en un primer momento evitar la cárcel y salvaguardar la vida de sus seres queridos.
El autor de La balia retrata un personaje aparentemente fuerte por fuera y frágil por dentro. Su fortaleza quedaba patente en los careos con otros capos de la mafia durante el juicio a la Cosa Nostra, mientras que su debilidad aparecía en su ámbito más íntimo y en los fantasmas que le acosaban cuando se encontraba solo.
Bellocchio renuncia en parte a los elementos de thriller, propios de los filmes sobre el crimen organizado, para ofrecer una obra que se adentra en el drama y el subgénero de las películas de juicios. Lo hace sin demasiadas florituras y apoyándose en la soberbia interpretación de Pierfrancesco Favino, uno de esos actores capaz de trasmitir una gran variedad de sentimientos con los menos gestos posibles.
En resumen, El traidor nos enseña que los criminales, a pesar de las atrocidades que hayan podido cometer, son también personas con sus debilidades, sus bondades y, evidentemente, su lado oscuro.