El cine negro se ha convertido para los directores chinos en una forma de hablar de manera crítica del presente y el pasado reciente de su país. Quizá el caso más conocido sea Jia Zhang-Ke, que ha ofrecido dos obras que entran dentro del género: la magistral Un toque de violencia y la notable La ceniza es el blanco más puro. Algo menos conocido resulta su compatriota Diao Yinan, que destacó internacionalmente con Black coal, una cinta sobre un policía obsesionado por un extraño asesinato, que ganó el Oso de Oro del Festival de Berlín en 2014. Allí ya dejaba patente su gusto por mostrar ambientes degradados y una cierta tendencia esteticista en la fotografía. El lago del ganso salvaje reincide en algunos de estos aspectos, aunque también es cierto que en esta ocasión se acerca más al cine de acción.
Hay en la película, como ocurriera en su título más conocido hasta la fecha, un deseo por enseñarnos el lado más oscuro de China, especialmente los barrios menos recomendables y las actividades ilegales, como las mafias relacionadas con el robo de motos y aquellas otras dedicadas a la prostitución.
No obstante, aquí se nota un cierto gusto por las peleas de artes marciales y los giros de guion, dos elementos que posiblemente sean los que entusiasmaron al director estadounidense Quentin Tarantino durante la proyección del largometraje en el Festival de Cannes. Sin embargo, lo más significativo sea la violencia no siempre explícita que destilan sus imágenes, repletas de seres y comportamientos sucios y crueles. Por momentos, la película podría recordar al Samuel Fuller de La casa de bambú.
Como casi todo buen filme, El lago del ganso salvaje funciona en varios niveles. El primero y más superficial es el propio del thriller, donde somos testigos de la fuga de un mafioso que huye de la persecución de una banda rival y de la policía con la ayuda de una prostituta. Por otro lado, la película deja constancia de la corrupción moral y la miseria material de una China muy distinta a la poderosa potencia que el resto de naciones teme.
Yinan lo hace sin discursos explícitos, simplemente plasmando la cruda realidad, pero logrando estilizarla un tanto con una fotografía, obra de Jingsong Dong, que puede recordar por su cromatismo a las de películas de otros cineastas orientales como Wong Kar-wai o Zhang Yimou. El resultado es un notable thriller que se ha convertido en una de las películas más taquilleras en China durante 2019.