Mia Hansen-Løve, una de las viejas conocidas del D’A Film Festival, vuelve al certamen con una de sus películas más esperadas; La isla de Bergman, su particular ejercicio personal y metacinematográfico en torno a Fårö, la isla donde residía el director Ingmar Bergman.
Una pareja de directores de cine, protagonizados por Tim Roth y Vicky Krieps deciden visitar Fårö para encontrar inspiración para sus próximos proyectos. El personaje de Roth se siente cómodo con el ambiente que le inspira la isla, pudiendo no solo progresar en su trabajo sino también acudiendo a ciclos y charlas en torno a su figura como cineasta. En cambio, el personaje de Krieps parece estar confundida en la euforia de estar en un lugar sumamente hermoso y a la vez lleno de un misterio oscuro. Una sensación parecida a la que le producen las propias películas de Bergman, bellas pero llenas de una cruda crueldad. Cuando por fin consigue la inspiración para su próxima película, la propia narrativa del film nos introduce en ella. Mostrándonos la historia de una mujer (Mia Wasikowska) que se reencuentra con un antiguo amante (Anders Danielsen Lie) durante la boda de un amigo en común que tiene lugar precisamente en la isla de Fårö. La línea que separa ambas narraciones poco a poco se va difuminando, viéndose reflejada la propia directora en la historia que nos está explicando. Para darle una vuelta final metacinematográfica también nos es muy difícil evitar comparar a la propia Hansen-Løve con el personaje de Krieps, que a su vez parece estar muy identificado con el de Wasikowska.
Aunque sobre el papel parezca muy estrambótico y complejo, lo cierto es que Mia Hansen-Løve, con la inestimable aportación de los grandes actores que le acompañan (incluye cameo del crítico Jordi Costa), consigue realizar una película muy solvente sobre la inspiración, la creatividad y el vínculo de los propios autores con sus proyectos. Sin olvidar la admiración cautelosa que luce de fondo en torno a la figura de uno de los mejores directores de la historia del cine.