En los mundos de David Frankel, el exitoso ejecutivo Howard Inlet pierde a su hija de seis años de edad por una grave enfermedad; en los mundos de David Frankel, sus mejores amigos y compañeros de empresa son capaces de traicionarlo y engañarlo con tal de salvar su dinero; en los mundos de David Frankel, tres elementos de la vida tan abstractos como el Tiempo, el Amor y la Muerte adquieren forma humana para guiarles y ayudarles a todos ellos con algunos problemas que parecen de difícil solución; en los mundos de David Frankel, todo acaba mejor que bien siendo felices y comiendo perdices; lo malo es que los mundos de David Frankel solo existen en la imaginación del director. Por desgracia, estos genuinos mundos mágicos con copyright viven buscando solo la lágrima fácil del espectador, bañados de un sentimentalismo que resulta a veces demasiado empalagoso. Mucho esperado y poco encontrado en Belleza oculta.
Un reparto como el de Belleza oculta, repleto de caras conocidas, se merecía mejor resultado. Las vidas de todos los personajes están cogidas con alfileres, los diálogos caen a veces en el absurdo más perverso y las actuaciones no salvan un guion que a priori y también a posteriori hace aguas por todos lados. Las reacciones no son nada naturales, con locas carreras persiguiendo a desconocidos o depresiones que dejan ciego a una mente prodigiosa. Muy poco creíble todo y demasiado increíble la mayoría de las cosas que suceden. Varias son las historias que han intentado meternos con calzador y a toda prisa. Historias dramáticas que están conectadas entre sí y que se resuelven a la manera Frankel, ¡preparad los kleenex por si acaso!
Los tres mágicos seres, aquí interpretándose a si mismos, visitarán en un par de ocasiones a Howard o la nueva Antoñita la Fantástica, como los tres fantasmas de la Navidad de Dickens. En realidad están buscando la excusa perfecta para acercarse a los verdaderos objetivos que necesitan de sus consejos, unas misiones sin autopista y solo cielo para uno de ellos. Whit no sabe como comunicarse con su hija tras su divorcio recibiendo de ella solo rechazo y malas contestaciones, Simon está a punto de morir pero aun no le ha dicho nada a su familia y Claire cree que el tiempo para tener hijos se le está agotando. El Amor con sus ocurrentes ideas consigue que el primero de ellos se reconcilie con su hija, la Muerte convence a Simon de que lo mejor que puede hacer es sincerarse con aquellos que tiene a su lado y el Tiempo ve con agrado como la mujer ha decidido abandonar algunos proyectos poco pensados y madurados. Howard conoce la situación de todos ellos y ha pensado en arreglarlo todo. Son como las fichas de domino que en el film caen una detrás de otra, todos están conectados, una belleza oculta que nadie ve o distingue.
Belleza oculta funciona como película navideña lacrimosa pero poco más. Carece de profundidad y recuerda demasiado a los típicos films de múltiples historietas con los que Estados Unidos nos bombardea cada año. Will Smith es el único que parece creérselo todo porque no es la primera vez que se le ve en un drama de este tipo. Esta vez no va a donar sus órganos como en Siete Almas aunque también coquetea con el suicidio, esta vez montado sobre una bicicleta y pedaleando en dirección contraria a la circulación a lo kamikaze. Tampoco va a tener a su hijo junto a él como En Busca de la felicidad aquí lo ha perdido como a Zoe en Escuadrón Suicida que aunque no esté muerta se encuentra muy lejos de él. Su memoria y recuerdos llegarán justo en el momento adecuado, ese día que todos elegimos para reencontrarnos con nuestros seres queridos, en unas fechas en las que la soledad es el peor mal que puede aquejarnos. Solo se echa de menos a alguien vestido de Papa Noel o los renos y el trineo ¡espera, eso ya lo vimos en Fiesta de empresa! Oye, al final parece que va a ser original y todo hop! hop! hop!