Nunca una frase como “el Festival de Sitges celebra una nueva edición” había tenido tantas connotaciones. Estos últimos meses hemos escuchado o leído varias veces en los medios la reivindicación de la cultura como espacio seguro y, pese que a poco a poco se está convirtiendo en una realidad (en España se han celebrado ya el Festival de Málaga y San Sebastián sin incidentes), siguen siendo muchos los golpes que están impidiendo la recuperación económica de uno de los sectores vitales de nuestro país. Vitales porque aunque mucha gente se empeñe en pensar que la cultura no es algo imprescindible en nuestras vidas, sí lo es para las miles de personas que comen gracias a ello. Ante las decisiones que nos llegan a diario de grandes estrenos pospuestos, son las iniciativas como la que ofrece este año el Festival de Sitges donde debemos fijar la mirada para que este sector poco a poco se vaya recuperando y vuela a ser lo que era.
Este año la decisión de realizar el festival está cargada de valentía por muchas razones: cambios de infraestructuras y protocolos, pérdidas de aforo y entradas, reducción de películas, limitaciones de invitados, adaptaciones de horarios… Y sin embargo todo el equipo del festival se ha dejado la piel para que Sitges siga pareciéndose al máximo a lo que es y lo que representa. Es más, para aquellos que con toda la lógica de la crisis sean más reticentes a apoyar el festival de modo presencial, se les ha brindado la oportunidad de hacerlo vía online con una selección extensa de películas. Una edición innovadora y que puede servir de espejo en el que mirarse para todas las actividades cinematográficas y culturales que están por venir. La crisis sanitaria va para largo y no podemos quedarnos de brazos cruzados esperando a que la cultura sobreviva por sí sola.
A continuación una pequeña selección de los títulos más esperados de esta edición:
Península: Uno de los grandes títulos de este año. Sin la tradicional Zombie Walk de por medio, los espectadores de Sitges deberán saciar su sed de zombis con la secuela de una de las películas que mejor han funcionado en el festival: Train to Busan. Aunque no parece haber cumplido las expectativas de quienes la han visto, es justa merecedora de una oportunidad.
Possessor: Cronenberg ya es uno de los nombres clásicos del festival, sin embargo este año es su hijo quien presenta película. Possesor tuvo una buena acogida en Sundance y todo parece apuntar como la obra que catapulte una carrera que esperemos sea tan fructífera como la de su padre.
Archenemy: el año pasado se colaba entre la sección oficial del festival una película que dio mucho que hablar y que acabo llevándose el premio a la mejor interpretación masculina. Se trataba de Daniel isn’t real, film que aunque le quedaba mucho por madurar apuntaba varias cosas interesantes. Veremos si Archenemy, su nuevo trabajo, acaba de consolidarle como director.
Fried Barry: puede ser de las películas más bizarras y celebradas en el festival. Su mezcla de alcohol, drogas y abducciones extraterrestres apunta a no dejar indiferente a nadie.
The Show: es muy poca o casi nula la información que hemos recibido de esta película. Tan solo que es un proyecto cuyo guion está firmado por Alan Moore y que tiene una de las apuestas estéticas más radicales de toda la programación del festival. Suficiente para llamar nuestra atención.
Saint Maud: a primera vista es muy fácil que se nos pueda escapar dentro de la programación. No está en sección oficial y no se proyecta en el cine principal del festival. Sin embargo esta abalada por A24, una de las productoras del sector más importantes de los últimos años (Hereditary, El faro, Midsommar…) y cuenta con un fondo de buenas críticas a sus espaldas.
Mandibules: tercer año consecutivo en el que una película de Quentin Dupieux participa en la sección oficial (esta vez fuera de concurso) del festival de Sitges. El año pasado Le Daim fue una de las grandes sorpresas por su frescura, su humor negro y su originalidad. Este año le toca a Mandibules, donde Dupieux plantea el adiestramiento de una mosca como premisa principal de su película.
Un efecto óptico: este año hay varias participaciones nacionales prometedoras en el certamen. Seguramente Un efecto óptico no sea la película de la que más se vaya a hablar pero Juan Cavestany (Esa sensación, Vergüenza, Vota Juan) se ha ganado a pulso que se le preste atención por su peculiar y único uso del humor.
Host: es difícil que esta edición encontremos una propuesta más adecuada a los tiempos que corren que Host, una película de terror planteada a través de una llamada de la aplicación zoom.
Relic: otra de las películas más esperadas. Su tratamiento del terror a través de la demencia que asola a una familia de mujeres ha convencido a crítica y público allí por donde ha sido proyectada.