El interés por ver esta biografía del diseñador francés viene sobre todo por la oportunidad que tendremos de ver otro biopic sobre el mismo personaje dentro de la programación del Festival de Sevilla. La curiosidad de poder comparar cuando llegue el momento dos acercamientos a una misma historia ya es razón suficiente para ver este Yves Saint-Laurent que se revela como el biopic oficial, con todo lo malo que ello conlleva.
Yves Saint-Laurent desarrolla su historia desde que el joven Yves, de origen argelino, encuentra trabajo en París como asistente de Christian Dior hasta que consolida su imperio. En todo momento aparece a su lado Pierre Bergé, narrador del relato, y es básicamente en su historia en la que se centra la película. Berger fue su confidente, amante y socio hasta prácticamente el fin de sus días y su evolución es sin duda lo más interesante de la película.
Al focalizar la historia en este aspecto, por el camino perdemos la película que Yves Saint-Laurent podría haber sido y no quiere ser, es decir, el retrato de un genio que cambió algo tan intrascendente como relevante en la sociedad de hoy día: la forma de vestir. No vemos demasiado por qué nos insisten que Saint Laurent era un revolucionario, más allá de un par de apuntes sueltos. Lo que sí vemos es a un ser tímido y torturado que es diagnosticado como maniaco depresivo, pero falta aquello que es lo que le hizo destacar por encima en su trabajo.
Yves Saint-Laurent termina siendo el típico biopic de artista que sirve para forjar la leyenda sobre un ser especial, suprahumano, que los demás (compartiendo la mirada de Bergé) sólo podemos contemplar con admiración y embeleso. El artista presentado en Yves Saint-Laurent es el que ya hemos visto mil veces en el cine, el que provoca a la sociedad (burguesa) por sus actos libertinos más que por su arte. Y nuevamente perdemos la oportunidad de ver a un artista de verdad en pantalla y no a un niño malcriado (aunque en este caso se excuse el tema por su depresión crónica).
De todos modos, esto no hace de Yves Saint Laurent una película que carezca de interés. La historia está contada con fuerza, las interpretaciones son más que solventes y, a pesar de su aspecto de telefilme caro, nos podremos deleitar con la recreación de una época más elegante de la que vivimos. A ver que nos depara el Sain-Laurent de Bertrand Bonello.
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