Cuatro intentos le ha costado a Warner. Cuatro. Que se dice pronto. Después de una película pasable, una puta mierda infumable y una puta mierda infumable recubierta de azúcar glas, han tenido que venir Gal Gadot y Patty Jenkins para deleitarnos por fin con la primera sacada de rabo —o de coño, según se mire— del DC Extended Universe. Podríamos quedarnos con el bello mensaje antibelicista de Wonder Woman o agradecer su subtexto feminista, pero esto es una película de superhéroes y aquí hemos venido a lo que hemos venido: a molar. Y Wonder Woman sabe molar. Esto es importante. Sabe molar cuatro veces más que Escuadrón Suicida proponiéndoselo la mitad. Cabe recalcar que gran parte de la molonidad proviene de la banda sonora, cuyo leitmotiv ha sido reciclado de Batman v Superman pero dosificado en su justa medida para no restarle impacto y querer levantarte a aplaudir todas las veces que suena a todo trapo durante alguna escena de acción.
Sin desmerecer en absoluto el trabajo de Patty Jenkins detrás de las cámaras, se nota muchísimo la mano de Zack Snyder en el apartado visual. Esto no es malo, en absoluto, y sirve para desmarcarse de la estética más televisiva —y, por qué no decirlo, chusquera a veces— de las películas de Marvel Studios. Aquí cada fotograma parece recién salido de un cómic, si bien de un cómic más luminoso que el de la última obra de Snyder. Sí que se percibe a Jenkins en la dirección de actores, donde consigue que brillen con luz propia una pletórica Gal Gadot que desprende vitalidad y un carismático Chris Pine con el que además comparte una química excelente.
Me preocupaba, a raíz de algunas primeras críticas de la cinta, que en Warner hubieran optado por el camino fácil de seguir a pies juntillas la plantilla Marvel para contentar al público que demandaba algo más ligero de lo que había ofrecido DC hasta la fecha. Por suerte, me complace decir que no ha sido en absoluto así. Wonder Woman no es una película de Marvel. Ni lo intenta. Es más, es la única película de todo su universo compartido que ha conseguido venderme su visión épica de superhéroes y villanos retratados como dioses con un poder destructivo inimaginable. Lo que en las entregas anteriores fracasaba miserablemente aquí consiguen vendérmelo sin pestañear.
Siempre pensé que el problema de El Hombre de Acero y Batman v. Superman no residía en el tono, sino en el guión. Poco importa que una película sea oscura y sombría o que tenga luces de neón si luego parece que la haya escrito un mono borracho en un muy mal día. Y si luego encima resulta que quien la monta es otro mono, pero uno que lleva tres días esnifando pegamento e intentando autofelarse, es complicado que salga un producto potable. Aquí, por suerte, los guionistas estaban a lo que estaban y nadie parece haber destrozado su labor metiendo las zarpas (o la tijera) en el montaje final.
Wonder Woman tiene chistes, sí, pero menos que Escuadrón Suicida y ninguno que provoque vergüenza ajena. Por suerte, además, saben combinarlos a la perfección con el drama, la acción y el romance sin que ninguno de estos elementos chirríe. Es cierto que no se trata de un producto redondo, que tiene algún bajón de ritmo hacia la mitad, que abusa un poco de la cámara lenta y que los villanos —como casi siempre— dejan bastante que desear. Pero, por lo menos, se agradece que nos hayan contado una historia con inicio, nudo y desenlace sin avasallarnos con guiños y conexiones metidas con calzador para intentar vendernos las próximas entregas de este universo superheróico.
Viendo cómo estaba el panorama hasta hace poco, nunca creí que diría esto: tengo muchas ganas de ver La Liga de la Justicia. Si siguen en este plan, compro. Así, sí.
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