En los dos últimos años hemos tenido la oportunidad de asistir a una especie de renovación de lo que podríamos llamar cine de juicios. Películas tan diferentes como Gett: El divorcio de Viviane Amsalem, Difret o B han venido a demostrar que se puede ir más allá del típico enfrentamiento fiscal-abogado, proponiendo nuevas vías cinematográficas. La película hindú Tribunal de Chaitanya Tamhane viene a rellenar un hueco con una más que interesante pregunta: ¿cómo son las vidas de estos jueces, abogados y fiscales? ¿Cómo es su día a día cotidiano cuando no están inmersos en la vorágine judicial?
De forma similar a Gett: El divorcio de Viviane Amsalem, tiene en su fondo la intención de denunciar el deleznable funcionamiento de un tribunal que tiene que juzgar a un profesor y cantautor al que se le acusa de causar el suicidio de un funcionario. Pero lo más relevante de la película de Tamhane es cómo sale de la estancia de los juzgados y nos hace acompañar en sus vidas al acusado, al abogado del mismo, a la fiscal y, por último, al mismo juez. Así vemos cómo estas personas que realizan su trabajo de forma más que discutible, con un exceso de protocolo y burocracia, no son más que personas normales.
El hecho de que estos personajes estén trazados desde la cotidianidad nos presenta un sugerente retrato de las diferentes capas sociales y humanas de la India actual y nos hace pensar que la justicia, como construcción realizada por nosotros mismos, tiene mucho camino por recorrer. Esta humanización del burócrata es sin duda dolorosa porque en realidad podríamos ser nosotros mismos.
Tribunal cumple la mayoría de sus objetivos en cuanto a fresco social coyuntural pero no deja de ser un retrato humano general con cierta retranca muchas veces cercana al humor negro dentro de un paisaje de lo más colorido. Una película, la del debutante Chaitanya Tamhane, que nos cuenta mucho más de lo que sus anécdotas hacen parecer.